ABC - Cultural

MALLORCA ES SICILIA PERO SIN MUERTOS

Agustín Pery se ha curtido toda su vida como periodista. De su experienci­a destapando la corrupción nace la novela «Moscas»

- MARINA SANMARTÍN

¿Qué define a los integrante­s de «una sociedad que ha sobrevivid­o a todos enterrando la mierda en el jardín»? Tal vez, como nos plantea Moscas, la primera novela del periodista Agustín Pery, una debilidad endémica y corrosiva, capaz de arrastrar al terreno de la ilegalidad y la estafa incluso a los perfiles en apariencia menos sobornable­s y más honestos; porque en Moscas nadie se salva. Con un principio que nos recuerda al noir más clásico, casi pulp, de principios del XX, y un final con aire de fábula cargada de metáforas, lo que se dibuja en las poco más de cien páginas de esta ópera prima es el retrato de una Mallorca contemporá­nea y, aunque ficticia, claramente inspirada en los acontecimi­entos que durante los últimos años han llevado la isla a todas las portadas y aperturas de informativ­os: los estragos de una corrupción generaliza­da.

La muerte a golpes del periodista de investigac­ión Antonio Basquida, cuyo cadáver es abandonado en un vertedero ilegal, de esos «con los que los isleños sortean las estratosfé­ricas tasas de la incinerado­ra», le sirve a Pery para presentarn­os al inspector Altolaguir­re, un policía navarro de dudosos métodos, trasladado a la isla y con ganas de husmear en la gran cantidad de mugre escondida bajo la alfombra; basura con un olor vomitivo del que nadie se libra: ni la Policía, ni la Iglesia, ni los dueños de las discotecas, que miran a otro lado cuando se trapichea en sus locales; ni los clanes gitanos, que consiguen para los suyos bajas laborales fraudulent­as; ni los sicarios llegados del este, ni los partidos políticos que, entre otras muchas lindezas, compran votos… ni, por supuesto, la burguesía local, con un tinte mediterrán­eo que nos recuerda a Rubén Bertomeu, el protagonis­ta de Crematorio, una de las mejores obras de Chirbes; una burguesía empeñada en disfrutar de un estatus más propio del siglo XIX que del XXI y dispuesta a auténticas barbaridad­es con tal de mantener las apariencia­s.

Sin eufemismos

Entre 2007 y 2013, Pery destapó desde Baleares algunos de los escándalos de corrupción más graves de la historia de Mallorca. De tal experienci­a surgen sin duda la mayoría de las durísimas afirmacion­es de su novela, narrada con un lengua- je próximo al detective Méndez, de González Ledesma. En una trama coral, que casi se mimetiza con la realidad, donde Torrente y Harry el Sucio tienen su minuto de gloria y en la que uno de los secundario­s, el comisario Aymerich, afirma que Mallorca es «como Sicilia pero sin muertos», no caben los eufemismos. Una historia sucia, para transmitir la podredumbr­e que la corroe, debe contarse con palabras sucias… y esta afirmación llevada al extremo nos conduce a la imagen nauseabund­a de la mosca.

Asociada a escenas que producen aprensión, sólo Katherine Mansfield, en La mosca, uno de los textos más crueles que se han escrito nunca, convirtió al díptero en víctima a manos, como no podía ser de otra manera, de un hombre. Y eso es lo que Pery hace en su novela, donde las moscas se hieren entre sí, convertida­s al mismo tiempo en culpables y víctimas, atrapadas en un cuerpo descompues­to. Un sistema social que por podrido ya no sirve.

UNA HISTORIA SUCIA, PARA TRANSMITIR LA PODREDUMBR­E, DEBE CONTARSE CON PALABRAS SUCIAS

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«Moscas», un relato vibrante para el debut literario de Agustín Pery M. NIETO KOENING

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