EL DUENDE DE LAS PALABRAS
En este libro compilatorio se instala al lector en el asombro feliz de poder compartir con el autor la vida íntima de las palabras
No es la primera vez que un filólogo de la RAE desciende al ruedo de la divulgación seriada en periódicos y revistas y nos da a conocer a todos, seamos cultos o incultos, de letras o de ciencias, jóvenes o viejos, la magia del duende que habita en las palabras. Pero con Pedro Álvarez de Miranda (Roma, 1953) la relación entre lector y autor alcanza límites de complicidad insuperables. O, cuando menos, eso le ocurre a este maravillado lector que les está hablando ahora, suspenso aún por la lectura reciente de las ochenta y tantas palabras comentadas de que consta el libro que a mi vez estoy comentando. Su título, ‘Medir las palabras’, es el mismo que lleva la primera parte del tomo, procedente del rótulo de una sección así nombrada que ha ido viendo la luz en ‘La Lectura’ desde enero de 2022 hasta finales de 2023.
La segunda parte, ‘Rincones de la lengua’, congrega las aportaciones de Álvarez de Miranda a la revista electrónica ‘Rinconete’ del Centro Virtual Cervantes, dependiente del Instituto Cervantes, desde junio de 2015. Se sitúa, pues, en la estela de los artículos reunidos previamente en el libro ‘Más que palabras’, que vio la luz en 2016. La tercera y última parte, ‘ Varia’, agrupa los ítems incluidos en diferentes publicaciones, entre las que hay que recordar aquí las recogidas en ABC Cultural, dentro de la sección ‘Una mirada académica’, en la que colabora cada sábado un miembro de la RAE. Al final de todos los artículos figura la fecha exacta de su publicación, excepto en el último, ‘Feijoo / Feijóo (y la ortografía de los apellidos)’, crisol en que se funden dos trabajos autónomos, respectivamente publicados en El País en 2018 y en ABC en 2023.
Al ser un libro compilatorio y con epígrafes distintos y distantes unos de otros, yo recomiendo que la lectura de ‘Medir las palabras’ se lleve a cabo de manera anárquica, atendiendo a los marbetes que puedan seducir de manera especial a cada lector y no a la mera ordenación cronológica de los artículos (que, por cierto, es la idónea en este tipo de volúmenes).
Esa lectura no significa, en modo alguno, que el lector acratoide deje sin leer las piezas cuyos títulos le llamen menos la atención, porque, una vez abordadas, van a proporcionarle tanta o más diversión que las elegidas en primer lugar. Y ello se explica porque es tal la voluntad de estilo, tan sencillo como elegante, que preside todas y cada una de las páginas del libro, que acaba por doblegar cualquier reticencia. Quienes me conocen saben que la primera palabra que leí de ‘Medir las palabras’ había de ser por fuerza «tebeo».
Modélica escritura
No se echa de menos nada importante en la vida de las palabras que aparecen en la modélica escritura de Álvarez de Miranda. El autor no deja resquicios por los que se pudiera llegar a colegir que la asombrosa erudición, ausente de pedantería, desplegada por nuestro académico ofreciese dudas en sus planteamientos, siempre orientados hacia el presente desde la diacronía, sabedor de que sus receptores son personas de nuestro tiempo y no sabios apolillados. Leer ‘Medir las palabras’ es dar respuesta a los interrogantes que nos plantea el uso de una lengua, el castellano, que, por un lado, propicia la comunicación y sirve de base a la creación literaria, pero que, por otro, constituye un torrente de dudas cotidianas que solo puede vadearse con libros como este.
ERUDICIÓN AUSENTE DE PEDANTERÍA SUS RECEPTORES SON PERSONAS DE NUESTRO TIEMPO Y NO SABIOS