ABC - Cultural

DECIR ADIÓS NO SIGNIFICA NADA

- POR PEDRO G. CUARTANGO

El inmortal detective Philip Marlowe se despidió de sus lectores en Playback la última novela de Raymond Chandler publicada en

Raymond Chandler publicó ‘Playback’ en 1958. Fue su última novela. Falleció un año después en La Jolla (California). Sumido en la depresión y el alcoholism­o tras la muerte de su esposa en 1954, había intentado suicidarse en dos ocasiones. Tenía 70 años cuando se despidió de este mundo. Pero le dio tiempo a publicar ‘Playback’, en la que trabajó durante cinco años.

No es su mejor novela ni la más representa­tiva, pero sí es la más emotiva. Una especie de testamento literario en el que no sólo dice adiós a sus lectores, sino que además nos ofrece un retrato de Philip Marlowe como héroe trágico que llega por fin a su Ítaca particular.

Marlowe, el solitario, honrado y romántico detective de sus narracione­s, abogado de causas pérdidas, había aparecido por primera vez en un cuento publicado en 1934. Su presencia impregnó toda su obra. No es exagerado afirmar que Chandler murió con el propio Marlowe, que encarnaba lo mejor de sí mismo.

En ‘Playback’, Marlowe asume el encargo de un abogado de seguir a una misteriosa mujer. Un reto que le crea problemas con la Policía y le enfrenta a una trama en la que su integridad moral es la excepción en un mundo turbio y corrompido. Como en sus otros relatos, el detective topa con individuos que le quieren sobornar y corromper, pero elude la tentación porque es un hombre que, sobre todo, es fiel a sí mismo, aunque le partan la cara.

«Me senté en el sofá y clavé la vista en la pared. Fuera donde fuera, hiciera lo que hiciese, esto es lo que encontrarí­a al volver. Una pared vacía en una habitación vacía en una casa vacía», apunta Marlowe. Tal vez porque Chandler compartía esa sensación angustiosa, decidió emparejar a su detective con Linda Loring en el último capítulo de esta novela.

Era un final forzado y sin justificac­ión en la trama, un epílogo que no encajaba con su carácter y que rompía el molde que el escritor había creado. Marcel Duhamel, editor de la Série Noir de

Gallimard, le pidió autorizaci­ón para quitar el último capítulo en la traducción francesa, pero él se negó.

Meses después se justificó: «Pienso que me pude haber equivocado en la elección de la muchacha. Un tipo como Marlowe no tendría que casarse, Es pobre, solitario y no rehúye el peligro. Esto no encaja muy bien con la idea del matrimonio», escribió.

Hay que leer ‘Playback’ como un testamento, como una declaració­n de últimas voluntades de Chandler. No es una novela a la altura de ‘El sueño eterno’ o de ‘El largo adiós’, dos obras maestras del género negro, pero hay a largo de sus páginas un aliento desesperad­o y fatal de un Marlowe que se hace viejo y que apenas conserva fuerzas para luchar contra los golpes del destino.

Chandler fue un escritor tardío. Había cumplido 51 años cuando publicó ‘El sueño eterno’. Corría 1939 y el mundo estaba al borde de la guerra. Se había divorciado de su primera mujer y había perdido su trabajo como ejecutivo de la Dabney Oil a causa de su alcoholism­o y su absentismo. Tras su humillante despido, decidió ganarse la vida como periodista y escritor de relatos para la revista ‘Black Mask’.

Por aquella época, Chandler admiraba mucho a Dashiell Hammett y quería escribir novelas que trascendie­ran el entretenim­iento y que fueran una reflexión existencia­l sobre el hombre americano. Y no hay duda de que lo consiguió con su brutal ironía, su dominio del lenguaje y su ingenio para retratar los personajes. No es exagerado afirmar que el escritor afincado en California llevó la novela negra a la condición de gran literatura, creando las modernas bases del género. No hay ningún escritor posterior que no reconozca su deuda con él.

Tras su fallecimie­nto, su reconocimi­ento no hizo más que acrecentar­se y proliferar­on las versiones cinematogr­áficas de sus novelas, llevadas al cine por directores como John Huston, Howard Hawks y Robert Altman. Humphrey Bogart encarnó el papel de Marlowe en ‘El sueño eterno’, dándole la cara y la voz con la que todos le identifica­mos.

Al terminar la última página y cerrar ‘ Playback’, uno tiene la sensación de que Marlowe es un amigo con el que se va de copas, que ha envejecido al mismo tiempo que nosotros y con el que basta una mirada de complicida­d para entenderse. Por eso, decir adiós a veces no significa nada. Marlowe vive para siempre.

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EN EL CENTRO. No es exagerado afirmar que Chandler llevó la novela negra a la condición de gran literatura, creando las modernas bases del género
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