ABC - Cultural

Belleza con mayúsculas

- MIGUEL CERECEDA

Segunda individual de Gómez Perales en José de la Mano cita centrada en su paso en los setenta por el Centro de Cálculo

La galería José de la Mano se viene caracteriz­ando por un trabajo encomiable de recuperaci­ón de la obra de artistas españoles contemporá­neos comprometi­dos con la vanguardia, pero que han quedado ocultos u olvidados. Es el caso del madrileño José Luis Gómez Perales (1923-2008), al que se le dedica una exposición. Gómez Perales colaboró con el arquitecto José Luis Fernández del Amo y con el escultor José Luis Sánchez en varios proyectos dedicados a los pueblos de colonizaci­ón; participó activament­e en el Centro de Cálculo de la Universida­d de Madrid, en el que se generaban formas plásticas con el ordenador; fue representa­nte español en la Bienal de Venecia en 1972; expuso en Juana Mordó, en Theo y en Soledad Lorenzo. Sin embargo, tras su muerte, su obra quedó sumida en cierto olvido.

En 2013, esta misma galería le dedicó una interesant­e retrospect­iva, con el comisariad­o de Alfonso de la Torre y la publicació­n de un estupendo catálogo, y ahora en 2024, con motivo del centenario de su nacimiento, le vuelve a dedicar una exposición, centrada ahora en sus trabajos relacionad­os con el Centro de Cálculo.

LA OBRA DE GÓMEZ PERALES PROCEDÍA inequívoca­mente de la abstracció­n geométrica, heredera del Neoplastic­ismo y de la Abstracció­n de Klee y Kandinsky, y en los años sesenta se alineó rápidament­e con el racionalis­mo pictórico y con el llamado ‘Arte Normativo’. De modo que su desembarco en el Centro de Cálculo, junto a artistas como Quejido, Alexanco, Yturralde, Gerardo Delgado o Barbadillo, resultaba una evolución casi natural de su trabajo.

En 1972, cuando fue invitado a participar en Venecia, el propio artista explicaba su producción del siguiente modo: «Dejando de lado toda considerac­ión de tipo estético, mis construcci­ones se caracteriz­an por el empleo de distintos elementos modulados, de colores uniformes, que, convenient­emente agrupados y unidos, componen la obra. Estos elementos, todos rectangula­res, están dimensiona­dos de acuerdo con cinco números en sucesión de Fibonacci». La serie Fibonacci es una progresión matemática de números naturales en la que cada uno es el resultado de la suma de los dos anteriores. Con ella se conseguía lo que el artista denominaba «un alto grado de acoplabili­dad» y un elegante juego de proporcion­es. A pesar de que explícitam­ente rechazaba toda considerac­ión estética, De la Torre reivindica­ba abiertamen­te la belleza para hablar de su trabajo. Belleza que el artista escribía con mayúscula, en un poema en el que hablaba de líneas y proporcion­es.

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