EL JARDÍN DE LAS DELICIAS DEL NUEVO POP DE VANGUARDIA
La catalana se ha convertido en favorita de Björk y voz destacada del pop experimental gracias a sus discos Prypiat y Nekkuja
propósito de un premio que al final se acabó llevando Rigoberta Bandini. «Ya habrá otra oportunidad», relativiza una artista que si de algo sabe un rato es de esperar, perseverar e ignorar todos esos neones deslumbrantes que le decían que quizá ya era hora de empezar a buscar otra manera de ganarse la vida. «Había recibido muchas señales del universo para dejar de hacer esto –reconoce–. Y si hubiese estado atenta a lo que recibía de fuera, quizá lo hubiese dejado».
Se refiere la catalana a su propia prehistoria, cuando debutó como Marina Herlop en 2016 con ‘ Nanook’ y no pasó prácticamente nada. O casi nada. James Rhodes la fichó para su sello digital Instrumental Records y, acto seguido, se olvidó de ella. ‘Babasha’, su segundo disco, llegó en 2018, y el resultado fue doble o nada de más de lo mismo: melodías hermosas y abstractas, alguna que otra comparación con Björk por el tratamiento imaginativo de las voces y silencio administrativo. Poco más. «Había un factor puramente estadístico de decir ‘ bueno, voy haciendo discos y al final alguno saldrá bien», reconoce.
Perder el miedo al pop
Su música, entonces, era aún una crisálida; un embrión hecho de voz y piano que aún tardaría unos años en empaparse de texturas electrónicas, pop de vanguardia y voces proyectadas como de otra dimensión. «Venía del conservatorio, todo el día con Chopin y tal, y el resto de músicas me llegaban como un eco», explica. Tuvo que cruzarse en su vida El Pumarejo, refugio e incubadora cultural de L’Hospitalet del Llobregat, para que se empezase a relacionar con otros artistas y rozarse poco a poco con otros tipos de música. En el horizonte esperaban los ritmos angulosos, las horas invertidas en aprender a utilizar el programa de producción musical Ableton y la devoción por el japonés Meitei, pero antes de eso tocaba perder el miedo al formato canción. No a hacer música pop, matiza, pero quizá sí a «coger unas gotas y disolverlas en el conjunto». «Toda esa época fue una gran inyección de realidad y presente; me di cuenta de que quizá no pasaba nada, que no explotaría nada, si repetía unos acordes en lugar de cambiar la estructura cada cinco segundos», ilustra.
Fue así como llegó a ‘Prypiat’, su estreno en el prestigioso sello PAN y, según se mire, su bau