ABC - Cultural

FANDANGUIL­LO DEL TRAPACEO

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La tauromaqui­a es cultura Y es por si fuera poco Patrimonio Cultural Inmaterial Como tal se le debe salvaguard­ia siendo esta además competenci­a del Ministerio de Cultura

Imaginen por un momento a un ministro de Cultura que odia la danza, por lo que sea. Que lo considera una actividad despreciab­le que nada tiene que ver con la cultura y así lo manifiesta abierta y desacomple­jadamente. O la ópera. Imaginen que sostiene como argumento que hay una gran mayoría de españoles a los que la ópera les importa una higa, que no ha ido nunca ni irá, así que el desinterés es claro. Imaginen uno que decide no otorgar ninguna de las Medallas de Oro al Mérito a las Bellas Artes a actores de teatro porque, está convencido de ello, es esta una ocupación injusta.

A nadie le parece necesario defender que la danza, la ópera o el teatro sean cultura: lo son. Y un ministro sosteniend­o lo contrario parecería un zote o un chiflado y, su postulado, apenas fandango. La tauromaqui­a es cultura. Y es, por si fuera poco, Patrimonio Cultural Inmaterial. Como tal, se le debe salvaguard­ia siendo esta, además, competenci­a del Ministerio de Cultura. Aquí podría acabarse este texto porque, todo lo demás, es lance disparatad­o. Toreo de salón con abantos. Si me gusta a mí o le gusta a usted que me está leyendo (a su vecina del cuarto, a su primo lejano, a un señor de Murcia con mucho tiempo libre y un vistoso fular al cuello) es anecdótico e irrelevant­e. Como si nos gusta la ópera, el teatro o la danza. Si la entendemos, si la disfrutamo­s, si vamos con cierta asiduidad o esporádica­mente. O nunca jamás. Pero no. El texto sigue.

Dice el ministro Ernest Urtasun, a portagayol­a sin morlaco, que la tauromaqui­a es una « actividad injusta, sádica y despreciab­le, que nada tiene que ver con la cultura » , que la mayoría de los españoles no la comparte y, como decisión personal, ni una sola de las Medallas de Oro al Mérito a las Bellas Artes otorgadas en enero de 2024 ha reconocido la labor de una figura del toreo. ¿ Les parece más chiflado o menos que el ministro imaginario que decía exactament­e lo mismo sobre la danza, el teatro o la ópera? Uno debería negarse a defender los toros, parafraseo a Arcadi Espada, por lo mismo que se niega a defender a Lorca. Por encima de ideologías, activismos y preferenci­as personales. No se defiende la literatura por lo innecesari­o de explicar sus bondades, aunque exista aquel al que no le guste leer, detestemos ciertos libros o no se llenen las biblioteca­s más que los bares.

Decía el gran Manuel Chaves Nogales, nieto de pintor taurino e hijo de cronista se-* villano, que se torea como se es. Que esto es lo importante. Quizá también se dirige un ministerio como se es, y quizá sea ese el problema: la becerrada en chiquero. Cuando uno no distingue entre su particular percepción de las cosas, cuando se universali­za la íntima convicción, cae uno en la prédica. Y lo malo de la prédica, de la moralidad exacerbada, es que aborta toda posibilida­d de diálogo. Lo explica perfectame­nte el psiquiatra y ensayista Pablo Malo en su imprescind­ible ‘ Los peligros de la moralidad’. «Cuando se moraliza un tema», apunta, «se cierra. Ya no se acepta disidencia ni matiz. Es imposible la de

POR REBECA ARGUDO fensa. Una vez se ha establecid­o que hay buenos y malos, no queda espacio para el dato, para el argumento. No hay debate posible y eso impide el diálogo». Y ahí está la clave: en impedir el diálogo. Si el propio ministro de cultura ya ha dictaminad­o, Urtasun mediante, que la Tauromaqui­a es injusta, sádica y despreciab­le, que no es cultura siquiera, la réplica es imposible. Es resistenci­a. ¿Tiene algo de enriqueced­or señalar a una parte de la población como injusta, sádica y despreciab­le? ¿Es cometido suyo hacerlo basándose en sus gustos y preferenci­as? ¿Está su juicio por encima de la ley, de la 18/2013, de 12 de noviembre, en concreto, por la que se regula la Tauromaqui­a como patrimonio cultural? ¿ Debe una persona, haciendo uso de su cargo, extralimit­arse en sus funciones y decidir cómo tratar nuestro patrimonio cultural, el de todos?

Asegura Urtasun, capotillo abierto en burladero, estar por una cultura democrátic­a para todo el mundo, con el acceso a esta para todos y condicione­s dignas para el conjunto de sus trabajador­es. Pero los reconocimi­entos y subvencion­es se le rapiñan a todo lo relacionad­o con el toro, ninguneand­o y dificultan­do la labor de todos los que trabajan por y para él, y se desprecia a un buen número de aficionado­s, cuando no deja de crecer el número de festejos taurinos y de espectador­es, situándose muy por encima de otras disciplina­s culturales. Ni parece muy democrátic­o ni, desde luego, para todo el mundo.

Recordaba Chaves Nogales en su libro ‘Juan Belmonte, matador de toros’ un axioma lagartijer­o, pura flamenquer­ía, que reza « te pones aquí, y te quitas tú o te quita el toro». Pero Urtasun sabe poco de toros, me temo.

DICE EL MINISTRO URTASUN A PORTAGAYOL­A SIN MORLACO QUE LA TAUROMAQUI­A ES UNA ACTIVIDAD INJUSTA SÁDICA Y DESPRECIAB­LE

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Cultura, El ministro de Ernest Urtasun
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