OTTESSA MOSHFEGH LEVA ANCLAS
La primera novela publicada en de una autora que luego se ha convertido en uno de los referentes de su generación
En términos ideales, se supone que lo mejor es ir leyendo la obra de un escritor a medida que avanza su vida. Es decir: por orden de publicación y año tras año. Pero, se sabe, las editoriales frecuencias y coordenadas de la traducción suelen ser caprichosas e inestables; y así, a menudo, las cosas vienen revueltas como en temporal marino y con el mobiliario y aparejos no del todo atornillados a la cubierta.
El caso de ‘McGlue’: ‘nouvelle’ de Ottessa Moshfegh (Boston, 1981) con la que levó anclas y que fue –en su momento, en 2014– publicada por una pequeña editorial pero con su autora ya gozando de cierto renombre a partir de un puñado de relatos en ‘ The Paris Review’. Un año después, la muy diferente (pero no tanto) ‘ Mi nombre es Eileen’ la disparó a lo más alto con un ‘thriller’ existencial donde parecían fundirse las patologías ‘noir’ de Patricia Highsmith y Jim Thompson. Después, a toda velocidad, la magistral antología de cuentos ‘Nostalgia de otro mundo’ y una segunda novela, ‘Mi año de descanso’ y relajación donde Moshfegh parecía escuchar ecos de Bret Easton Ellis y de A. M. Homes y de Lorrie Moore pero filtrados por el genio de su oído absoluto. A continuación la postergada por ella
misma ‘La muerte en sus manos’, que bien podría haber sido un caso del agente Cooper antes de llegar a Twin Peaks. Y entonces lo último hasta ahora: la imprevista y oscura y medieval ‘ Lapvona’ desbordando conjuros y pestes. Y la coherente extrañeza de lo súbitamente apropiado por azar: porque leída ahora ‘McGlue’ parece –por una vez y como ilusión óptica y espejismo narrativo– la continuación natural de ‘Lapvona’.
Flotante
Otra « de época » –transcurre en 1851, nada es casual, el mismo año de la publicación de ‘ Moby- Dick’– y naufragando alrededor del casi bestial marinero que le da título y apellido. Alguien con su cabeza rota por una caída desde un tren y ahora flotante y ahogado en la alta mar del alcohol de su pasado y de aquello que Proust llamaba los trastornos de la memoria y las intermitencias del corazón. Pero –más cerca de los marinos de Melville y Poe y Conrad y Lowry y Kerouac, pero enredándose en las redes y clavándose los anzuelos de Joyce & Beckett & Camus & McCarthy– lo que más le preocupa a ‘McGlue’ no es la recuperación del tiempo perdido sino la confirmación de la posibilidad de haber matado a Johnson: su adorado mejor amigo y colega y patrón de tripulación.
Y en alguna entrevista Moshfegh precisó que escribió este monólogo alucinante y alucinado (donde la encandilada ebriedad deriva en el confinamiento deportado y prisionero y en la abstinencia y sobriedad del recordar lo que pasó pero que jamás pasará) como si hubiese sido poseída por el personaje.
Más alto
Marca y síntoma que se reiteraría en sus títulos posteriores de quien más que probablemente sea la autora más brillante de su generación. Alguien que aquí trepó al mástil más alto del – en sus pala
TRANSCURRE EN NADA ES CASUAL MISMO AÑO DE LA PUBLICACIÓN DE MOBY DICK
PARECÍAN FUNDIRSE EN SUS PIEZAS LAS PATOLOGÍAS NOIR DE PATRICIA HIGHSMITH Y JIM THOMPSON
bras– «no pensar intelectualmente ni preocuparme por la trama y así, cuando lo terminé, no pude sino agradecer a Dios... Pero al mismo tiempo no puedo sino sentir que ‘McGlue’ es mucho mejor que ‘Mi nombre es Eileen’, que vino después y que no es otra cosa –si se la observa y lee detenidamente– que una suerte de ‘traducción’ más comercial de ‘McGlue’... Pero así es la cosa: escribir es una ‘joda’ aventura. Sabes cómo empiezas pero nunca estás del todo segura de a donde irás a dar » (y ‘McGlue’ va a dar a un ‘twist’ final que –aunque inevitable– no deja de sorprender).
Sea donde sea que se desembarque o se suba a bordo –isla desierta o buen puerto– aquí están el desafortunado McGlue y McGlue: su voz resonando en bodegas de barcos y en tabernas de muelle, de regreso a Salem donde será juzgado y, por fin, por suerte en la tierra firme donde, en nuestro idioma, lo estuvieron esperando.
Al abordaje.