Una novela sofisticada
Alfred Hitchcock la llevó a la gran pantalla convirtiéndola en uno de sus títulos más representativos Spellbound Recuerda
MARINA SANMARTÍN
En 1927, los británicos John Leslie Palmer (1885-1944) y Hilary Aidan St. George Saunders (1898-1951), que se habían licenciado en Oxford y se habían conocido en la Sociedad de Naciones de Ginebra, publicaron ‘La casa del Dr. Edwardes’. Para hacerlo, se ocultaron detrás del seudónimo Francis Beeding; una práctica a la que recurrirían en treinta y una ocasiones a lo largo de sus vidas, marcadas por la escritura de suspense y las tramas de espías. Lo que no podían imaginar entonces ninguno de los dos es que, gracias a esta novela que ahora Who acaba de editar por primera vez en español, dentro de Golden Age, pasarían no solo a la historia de la literatura, sino también del cine, porque en 1945 Hitchcock la llevó a la gran pantalla convirtiéndola en uno de sus títulos más representativos, ‘Spellbound’, que en español se llamó ‘Recuerda’. Hay una razón para este exceso de detalles coyunturales y biográficos alrededor de la obra, y es que el tono sofisticado y de salón que sobrevuela todo el texto bebe sin duda del aura de quienes lo escribieron y de la pátina de una época en la que, mientras en EE.UU. la sordidez y los bajos fondos impregnaban ya los relatos de la revista ‘ Black Mask’, con Hammett y Chandler liderando el movimiento, en Europa, con algunas de las más importantes damas del crimen en primer plano, el asesinato y la sangre que interesaban al lector se ambientaban aún en los círculos sociales e intelectuales más elevados.
BUENA MUESTRA DE LO afirmado es el escenario en el que transcurre la acción de ‘La casa del Dr. Edwardes’, un sanatorio para la élite, con un número limitado de pacientes, lejos de resultar una ventaja, terminará convirtiéndose para los protagonistas de esta opresiva intriga en una trampa. Cuando el doctor Edwardes, director del centro, decide tomarse unas vacaciones, contrata para que lo sustituya al doctor Murchison y este sufre un extraño accidente antes de incorporarse al nuevo trabajo. Tras salir ileso del percance e iniciar sus rutinas en la clínica con una buena acogida inicial, Murchison entablará con la joven psiquiatra Constance Sedgwick una relación que oscilará entre el enamoramiento y la sospecha, ya que a veces Constance no podrá evitar preguntarse si el doctor es realmente quién dice ser. He aquí el punto de partida para un misterio que bebe del gótico literario de Henry James a la hora de generar inquietud y describir el paisaje, pero también de la facilidad para el esbozo de Á. Christie y la novela de enigma cuando se trata de perfilar al elenco; una historia irregular que, merece la pena porque, si bien no siempre resulta excepcional, en algunos pasajes lo es y mucho, tanto que, si la leemos estando solos, nos obligará a menudo a detenernos y confirmar que no nos está rondando unn fantasma de carne y hueso.