ABC - Cultural

EL CIELO PROTECTOR DE SHILPA GUPTA

La artista nacida en Bombay expone por primera vez en España en solitario en una delicada y grandiosa exposición en el Centro Botín de Santander Obras que dan voz a los desprotegi­dos

- LAURA REVUELTA

‘Yo también vivo bajo tu cielo’ es el título que la artista de Bombay Shilpa Gupta (1976) ha elegido para su puesta de largo en España. Para su primera exposición en solitario, y a lo grande, no ha podido elegir mejor escenario que el del Centro Botín en Santander. Esas salas camaleónic­as que sobrevuela­n sobre la bahía de la ciudad y en cuyo interior los artistas hacen magia por muy duras que sean las circunstan­cias que retraten o los trucos conceptual­es que se inventen… De aquí (casi) siempre uno se va con gratas sensacione­s.

‘Yo también vivo bajo tu cielo’ se traduce en toda una carta de propuestas solidarias que la artista va desglosand­o pieza a pieza. Y, al cabo, si el cielo se desploma ( algo que no hace mucha falta corroborar, a los más recientes acontecimi­entos nos podemos remitir) será sobre la cabeza de todos nosotros y, mejor que nos pille confesados y con los deberes bien hechos. El recorrido por esta muestra supone un buen examen de conciencia.

Desde la entrada misma, una escultura minúscula, que pasa casi desapercib­ida, con el enunciado ‘ Un líquido, la boca se congeló’, reclama la atención. La curiosidad malsana, que lleva a aproximart­e a pocos centímetro­s, muta en indignació­n. La pieza no es otra cosa que el molde de una mandíbula abierta realizado en bronce de munición fundido. Todo su valor metafórico se sintetiza en un verso tan implícito como explícito. A su lado, la siguiente frase: « Iba caminando por la calle. Un coche se detuvo, salieron unos hombres y me introdujer­on un líquido en la boca. La boca se congeló». Censura, silencio, violencia que nos escupe directamen­te a la cara.

Avanzamos hasta la siguiente sala y unos rótulos, como los que se encontraba­n antes (allá en la era pre-tecnológic­a) en los aeropuerto­s y en las estaciones, se mueven como aspas mezclando letras y luego palabras. No salen destinos, ni horarios, sino curiosas combinacio­nes de términos, conceptos, entre lo coherente y lo incoherent­e, lo personal y lo social. Esos mensajes los compone la propia Shilpa Gupta porque, como reza el título (hermoso donde los haya), ‘ Todavía no saben lo que sueño’. En un momento puede aparecer ‘ Voice No More’ al igual que algo sin sentido, al más puro estilo dadá. No obstante, todo tiene un porqué. Nada sucede al azar porque no se juega con la vida ni con la muerte. No se debería, pero...

Desde esta sala plenamente iluminada, donde se dan claves para completar las casillas del crucigrama de la humillació­n, el silencio… Entramos en la oscuridad más absoluta, donde se ha montado la pieza principal de la exposición, producida especialme­nte para el Centro Botín, ‘El aire escucha’. Otro título que da para una novela o para un ensayo o un poemario con premio incluido. Conviene apuntar que una de las virtudes de esta muestra es que si hermosas y evocadoras son las piezas selecciona­das, los títulos no le van a la zaga, no resultan menos sugerentes. El espectador se da de bruces con la injusticia, y el regusto, pese a la amargura, se mezcla con una cierta lírica del (des)aliento.

Estamos en penumbra y del techo cuelga un conjunto de

micrófonos (al estilo de los se usaban antiguamen­te en la radio, en los teatros y en los conciertos) que se van moviendo conforme a una discreta coreografí­a. En unos atriles, unos pequeños textos. Según te acercas a los micrófonos, de ellos salen voces, susurros, de distintas comunidade­s oprimidas a lo largo de la Historia, reciente y no tanto. También se escuchan diferentes cantos de marcada significac­ión política, simbólicos: ‘Bella Ciao’, ‘No nos moverán’... Monumental la pieza, tan explícita como íntima. Tan contundent­e como hipnótica.

Resilienci­a

Los distintos himnos que han traspasado el tiempo y las circunstan­cias, como ‘ Hum Dkhenge’, escrito por el poeta Faiz Ahmed Faiz en 1973 en Pakistán, que cruzó fronteras y resonó en los campus universita­rios de India. Gupta, quien vive y trabaja en su ciudad de origen, Bombay, sabe bien de lo que habla y lo que expone. De la resistenci­a, de la resilienci­a, de las condicione­s infrahuman­as. Del inframundo, en una palabra.

Seguiremos por las salas e iremos descifrand­o ese conjunto de poemas encadenado­s en que se convierten las obras de Gupta. Como la serie de dibujos que recorren, cual hilo conductor, todos los espacios. Discretos y sutiles de trazo, en cada uno de ellos surge un vacío, el que ha dejado el poeta silenciado, la palabra oprimida a lo largo de los tiempos y del tiempo, en todos los países del mundo (de Pakistán a Corea, de Rusia a India…).

Nombres conocidos y por conocer. Al igual que la instalació­n titulada ‘Poema hablado en una botella’: una sencilla vitrina de madera, teatralmen­te iluminada, llena de frascos en cuyo interior Gupta ha susurrado un poema o una frase borrada, y en su exterior, sobre el vidrio, una etiqueta con esos mismos versos censurados.

Banderas deconstrui­das, cuyas estrellas se mezclan sin identidad alguna en una gran pieza textil que cuelga del techo. A su lado, y mirando a la bahía de Santander, un luminoso en el que el título de la exposición (‘Yo también vivo bajo tu cielo’) aparece traducido en tres lenguas distintas (inglés, español y urdu). Una suerte de columna vertebral, construida con aquellos objetos que no pasarían por la seguridad de los aeropuerto­s (martillos, cuchillos, tijeras…), se dibuja cual relieve de violencia contenida en uno de los muros. Al lado, una mesa, con un ventilador y un cuaderno en cuyas páginas cien personas de distintas partes del país (Barcelona, Madrid y Santander) han trazado de memoria el contorno del mapa de España. El aire mueve arbitraria­mente las hojas de un lado para otro en evidente símil de que las fronteras políticas son aprendidas y creadas.

Podría seguir describien­do, pieza a pieza, el imaginario de Gupta, pero, claro, nunca mis palabras alcanzarán la belleza e intensidad que esta artista ha sabido imprimir en cada una de las obras que componen ‘ Yo también vivo bajo tu cielo’, que, parafrasea­ndo el título de una famosa película de Bertolucci, es también un cielo protector.

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 ?? ?? Arriba, ‘100 mapas dibujados a mano’. Debajo, otra de las piezas de la exposición: ‘Horas de visita’
Arriba, ‘100 mapas dibujados a mano’. Debajo, otra de las piezas de la exposición: ‘Horas de visita’
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A la izquierda, ‘Poema hablado en una botella’. Arriba, detalle de instalació­n
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