J TOURNIER CABALGA LA PAMPA
Cat People de Jacques Tournier trata de un intento artístico relevante convertir el género gauchesco en un western puro y duro
Extraviada en el infinito aleph de Youtube sobrevive desde hace un tiempo una rareza cinematográfica: la película que Jacques Tournier (‘Cat People’) rodó en las pampas argentinas a cuenta de la Fox, con guion del autor de ‘Qué verde era mi valle’, bajo la estricta vigilancia del asfixiante régimen de Juan Perón y con una protagonista deslumbrante: Gene Tierney (‘Laura’), que ya padecía los primeros síntomas de su mala salud mental y que era asediada por fans y cazadores de autógrafos. Se trata de un intento artístico relevante: convertir el género gauchesco en un ‘ western’ puro y duro, algo que también probaría, aunque sin demasiado éxito, Robert Taylor en ‘ Pampa bárbara’, de Hugo Fregonese. La mano de Tournier es más sutil y precisa en ‘ El camino del gaucho’, que también protagonizan Rory Calhoun como Martín Peñalosa, un desertor al estilo Martín Fierro y un renegado a la manera de Gerónimo, y su feroz antagonista: el ambiguo coronel que lo persigue por la llanura ( así la denominaba Borges), encarnado por Richard Boone.
Según narran el historiador del cine Diego Curubeto y el crítico Roger Koza, Tournier tomó el encargo, visitó durante seis semanas las posibles locaciones, estudió español y luego se doblegó frente a los mandatos de Raúl Apold, el propagandista de Perón y Evita, y encargado de colonizar la comunidad teatral y cinematográfica, aplicar censura y dominar la prensa. Tournier debió ceder a sus pretensiones y soportar que hubiera espías de Apold en el rodaje, y convertir a Peñalosa en un gaucho redentor, acorde con la iconografía heroica de aquel nacionalismo federal. Estamos en 1952, y a pesar de todo, la cinta sale adelante y guarda hoy el sabor de aquella gloriosa clase B. Su protagonista representa la esencia misma de «ser gaucho», y esa condición es tratada aquí como si fuera la defensa orgullosa de la identidad apache. Hay esgrima criolla –duelos a cuchillo–, reclutamiento forzado, injusticias y rebelión gaucha contra «los hombres de la ciudad y los extranjeros, que nos arrebatan la pampa». Cuando en ese contexto aparece Gene Tierney, su belleza rasga el aire, y su romance inconveniente con aquel bárbaro que lidera insumisos está cargado de una sensualidad sin subrayados. ‘Laura’, con trenzas telúricas, cabalga junto a su hombre y contra su civilización. Hay tiroteos, puñaladas, boleadoras, avestruces y Rory Calhum se para encima del lomo de su caballo para ver más lejos, un truco autóctono que los vaqueros de las praderas norteamericanas no utilizaban.
Desde esas alturas, el gaucho veía la inmensidad de aquel mar verde, o de aquel desierto lleno de peligros. Se trata también de un ‘ western’ crepuscular, puesto que la modernidad avanza sobre el campo y sobre las viejas costumbres. Por momentos parece una película de Ford o de Aldrich. Al final, el gaucho fugitivo, que ha embarazado a su mujer, debe entregarse. Lo hace con una simple explicación: «Un hombre no puede ser libre si destruye lo que ama». Esta pequeña joya oculta de Tournier pudo haber cambiado la historia de la poética gauchesca, y también haber fundado el género del ‘southern’, pero no hizo una cosa ni la otra. Su derrota, sin embargo, tiene algo de genial. Sus ecos perviven en la web.