UCRANIA Y LA REVOLUCIÓN DE LA DIGNIDAD
Brillante e imprescindible conjunto de ensayos de Sofi Oksanen donde mezcla relatos desgarradores y lúcidas reflexiones
«Nunca la política pudo tener también un rostro de mujer » , afirma la escritora Sofi Oksanen en su espléndido y a la vez muy estremecedor ensayo ‘Dos veces en el mismo río’ sobre la guerra de Ucrania, el imperialismo ruso y, muy en especial, sobre los crímenes sexuales llevados a cabo por las tropas invasoras en suelo ucraniano. En la Rusia actual, según esta ensayista y novelista, a través de ese autócrata tan incontestable como aterrador, como lo fueron Lenin o Stalin en su época, que es Putin, el acceso al poder y al dinero se ha concentrado en una élite únicamente formada por hombres, que además comparten un pasado común en el KGB, una ideología imperialista, un «estilo de gestión mafioso» y, por encima de todo, una profunda misoginia.
Pero hay una guerra en curso que, como recuerda Oksanen, es mucho más de lo que aparece a diario, en la superficie, de por sí pavorosa: «No todo el mundo es consciente de que la llamada ‘Revolución de la Dignidad’ en Ucrania fue también una revolución en pro de la igualdad». En Ucrania, además de en Lituania, en Letonia, así como en otros países antaño ocupados por el poder soviético, añade, «se han roto los techos de cristal, el poder se ha feminizado a un ritmo revolucionario » . El 22 de marzo de 2023, la Academia sueca organizó una conferencia sobre los principales factores que amenazan hoy en día la libertad de expresión y la democracia. Entre los participantes se encontraban Arundhati Roy, Timothy Snyder y Oksanen. El discurso pronunciado por esta última se tituló ‘La guerra de Putin contra las mujeres’. El resultado sería este brillante e imprescindible conjunto de ensayos, ‘Dos veces en el mismo río’, que mezclaba relatos desgarradores de víctimas y de verdugos que salvajemente las deshumanizaban, junto a diagnósticos absolutamente lúcidos y certeros. Aparte de volver a tratar, como sucedía en espléndidas novelas como ‘ Purga’ o ‘Cuando las palomas cayeron del cielo’, el tema de la dominación nazi, seguida, sin un respiro, y con similares métodos, de la soviética, en los países bálticos, y en concreto en la Estonia de sus orígenes familiares, la idea central del libro de Oksanen, al hilo de la brutal invasión actual de Ucrania, era recordar la vieja, e ininterrumpida, vocación imperial de Rusia a lo largo de las épocas.
La gran nación
Ya fuera con Catalina la Grande, con Stalin, y en estos momentos con su más directo emulador, Putin, el Kremlin siempre se esforzó en diabolizar a los declarados como «enemigos». Es decir, aquéllos
que no se dejan invadir o dominar sumisamente, aceptando el supremacismo absoluto de la gran nación rusa, que no conoce fronteras. La propaganda ha sido siempre incesante.
En el interior, los miembros de asociaciones de ayuda a las víctimas de la violencia, eran tachados de renegados, de antipatriotas o de agentes extranjeros. Al mismo tiempo, al pueblo se le indicaba «cómo es un auténtico patriota: un agresor que se sirve de sus puños y se burla de la víctima». Por otra parte, las inversiones de los oligarcas cercanos a Putin siempre se dirigían a apoyar a movimientos ultranacionalistas occidentales y a líderes populistas de extrema derecha, organizando reuniones internacionales en contra de las minorías sexuales. Al mito de la invencibilidad rusa, de la ferocidad necesaria y patriótica, elogiando constantemente la « masculinidad » , se añadían viejas costumbres como la deportación o el exterminio de poblaciones enteras. Todo ello,
HUMILLACIONES Y TRAUMAS QUE LOS AGRESORES SABEN QUE DURARÁN DE POR VIDA EN LA MEMORIA
recuerda Oksanen, se refuerza a cada momento con una gran violencia sexual. Una violencia escasamente perseguida en el interior, amenazando en todo caso a las víctimas con represalias en el caso de denuncia, y practicada brutal y sistemáticamente como arma de guerra en la ocupación de Ucrania.
Humillaciones y traumas que los agresores saben que durarán de por vida en la memoria de las víctimas e incluso en generaciones venideras, a través del recuerdo de esas atrocidades en sus descendientes. Ese será el caso de la tía abuela muda de Oksanen: «Mi tía abuela no nació muda, pero al comienzo de la segunda ocupación soviética de Estonia la sacaron de su casa y la sometieron a un interrogatorio que duró toda la noche; después de eso, cuando volvió, dejó de hablar. Nunca volvió a decir nada más que ‘Jah, ära’ (Sí, déjame)».