ABC - Cultural

«Atacar mis fotos las convierte en otra forma de arte»

El autor del controvert­ido Piss Christ reflexiona sobre arte libertad y creación durante su visita al Museo de Arte Prohibido

- DAVID MORÁN

Controvert­ido, provocador y siempre dispuesto a poner de los nervios a los cartógrafo­s de los límites del arte y, por extensión, del buen gusto, a Andres Serrano (1950), la polémica le persigue allá donde va. Pero en los pasillos del Museo de Arte Prohibido de Barcelona y frente a su icónica ‘Piss Christ’, una de las obras más atacadas y odiadas del mundo, lo que le persigue es un venerable grupo de visitantes que no deja pasar la ocasión de retratarse junto a un artista al que lo más bonito que han llamado es ‘anticristo del arte contemporá­neo’. El propio Serrano, invitado a ofrecer una charla en el museo, se deja querer, rodeado de fieles como una moderna piedad.

—¿Es un museo de arte prohibido el mejor lugar para exponer su obra?

—Cualquier sitio que quiera exponerla es perfecto. Si quieren mi trabajo, me alegro. No creo que haya uno mejor que otro. —Pero en este existen connotacio­nes que hacen que su labor esté más contextual­izada. —Es un museo bastante lindo. Estoy en buena compañía. —Entonces, ¿se considera un provocador?

—No, yo me considero un artista que no tiene una identifica­ción con ningún grupo concreto. Estoy solo. Y me gusta ser así. No soy parte de ningún movimiento que sea popular hoy. Soy hispano. En mi DNI dice que soy 40% de Iberia, 30% de Sudamérica y el resto África, China y hasta Norteaméri­ca. Así me siento. No estoy con nadie. —¿Y contra alguien?

—Si puedo, contra todos. —Antes se ha fotografia­do junto a un grupo ante ‘Piss Christ’. ¿ Le incomoda que se le siga identifica­ndo con una imagen en concreto?

—No es un problema, porque mucha gente, muchos artistas, no tiene ni una. Yo tengo una. —Hace poco se pudo ver en la exposición que el CCCB dedicó al Marqués de Sade otra de sus primeras fotos, ‘Heaven And Hell’, de 1984. ¿Cómo se relaciona con su propio trabajo? —Cuando miro de atrás hacia adelante lo que veo es una línea, una progresión. Una foto se convierte en otra, una serie en otra, yo veo la conexión. No he cambiado mi manera de pensar, pero es un progreso de ideas.

—«La historia no es un cuadro bonito. Rara vez lo es». ¿Cuál debe ser el papel del artista? —La misión puede ser un cuadro bonito, pero también uno que tenga diferentes interpreta­ciones. Me gusta hacer obras bonitas, pero también que sean un poco, ya sabes, ‘ heavy’, que remuevan. Es lo más importante. Y aunque prefiero que tengan una buena reacción, cualquier reacción es mejor que ninguna.

— ¿Que ataquen una de sus obras es un éxito?

—Es una expresión. Lo que yo quiero es que, la próxima vez que ataquen una de mis fotos, la dejen ahí para que el público pueda ver cómo fue golpeada. Porque cuando la atacan, esa foto se convierte en otra cosa. En otra obra de arte, en otra forma de vida.

—No se considera provocador, pero, ¿entiende que su obra pueda ofender?

—Sí. Muchas veces mis pensamient­os pueden ofender. Por eso casi todos me los guardo para mi esposa. Ya se sabe que hoy no se puede decir todo. Al contrario, algunas veces se tiene que decir menos.

— ¿ El arte es cada vez más transgreso­r o es la gente que es menos tolerante?

—La gente se ha vuelto menos tolerante, pero no solo con el arte. Estamos viviendo un tiempo en el que cualquier persona con un iPhone, y todo el mundo tiene uno salvo yo, está en las redes sociales y tiene una voz. —¿Existe la tentación de la censura previa?

—Como artista siento que ten

go que navegar. Hacer y decir lo que quiero sin tener una reacción que no me deje en buen lugar. Muchas veces es simplement­e decir cosas sin decirlas.

—En 2019 dedicó toda una serie y mucho dinero a documentar a Donald Trump. ¿De dónde viene ese interés?

—En ese momento, Trump era la cosa más importante del mundo y siempre digo que mi trabajo es sobre cosas sencillas de entender: la raza, la religión, el sexo, la muerte… Decidí hacer un retrato de Trump con los objetos hechos para sus negocios.

—¿Y qué nos dice ese retrato de la América contemporá­nea? —Mira, yo compré una pieza, una escultura con la palabra ‘ego’, que estaba en el Trump Taj Mahal de Atlantic City; para mí eso ya dice todo lo que hay que entender sobre Trump, y es que todo el mundo tiene que rebelarse contra él. Un año después de hacer la serie tuvo lugar la insurrecci­ón e hice una película que se llama ‘Insurrecti­on’ que muestra lo que pasó ese día. Eso también es parte de ese retrato. Desde que Trump fue presidente hasta ahora, las cosas no han cambiado. Y si vuelve a ganar, se pondrán peor. Pero también hay mucha gente a la que, a pesar de ser demócratas, no le gusta Biden porque no es un líder fuerte.

—¿Es una atmósfera propicia para la creación, para el arte? —Ahora hay muchas cosas que no se pueden decir en EE.UU. Hay una ola de represión. La gente está en conflicto. La guerra civil, aunque paró, ha vuelto, y estamos peleando entre nosotros. No sé lo que va a pasar. —¿Cree que la reacción hacia su trabajo es ahora más virulenta que antes?

—No sé si ahora es peor o no. Uno nunca sabe cómo va a reaccionar la gente con mis obras. En Suecia, en una galería de Lund, unos neonazis atacaron las fotos de ‘The History Of Sex’. ¿Qué fue ahí lo que les ofendió? En Lund nadie pensó que habría un problema, pero lo hubo, así que estas cosas muchas veces aparecen en el momento y ni nosotros ni los museos las podemos anticipar.

—En su día hubo a quien le costó entender que dijera que es creyente y realizara fotos de iconos religiosos inmersos en orina, sangre o leche.

—No hay conflicto entre ser artista, ser cristiano y hacer lo que hago. En la Historia del Arte, artistas como Caravaggio o El Bosco han hecho obras que son provocativ­as, pero siguen siendo homenajes a la religión.

—Si nos fijamos en series como ‘Infamous’ o ‘Torture’, también hay un componente de denuncia en lo suyo.

—Es que hacer fotos de gatitos tampoco sería interesant­e [ríe]. Al final, la gente espera algo de ti, espera provocació­n, y cuando se la das se encabrona. Si no, dejas de tener interés.

—¿Le pesa entonces esa imagen de polémico y provocador? — El único problema es que cuando no hago este tipo de trabajo ni el público ni la prensa prestan atención. Eso enoja. —Su última serie, de hecho, son fotos de robots de juguete. —Sí. Todo lo que hago es un retrato. Retratos de hombres, de Trump, de muertos, del Ku Klux Klan… Y todo mi trabajo es un autorretra­to. Al final, detrás de todas esas fotos estoy yo. —¿También detrás de las más polémicas?

—Sí, cómo no.

 ?? PEP DALMAU ??
PEP DALMAU

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain