ABC - Cultural

EL ARTE DE REÍR MIENTRAS PODAMOS

La serie Bellas Artes parte de una premisa subver siva e iconoclast­a la elección de un hombre blanco heterosexu­al y escéptico ante los movimiento­s identitari­os como director de un museo

- POR REBECA ARGUDO

La nueva serie que Movistar estrena este mes de abril, ‘Bellas Artes’, parte de una premisa tan subversiva como iconoclast­a para los tiempos que corren: la elección de un hombre blanco heterosexu­al (y bastante escéptico ante los movimiento­s identitari­os) como director de un museo de arte contemporá­neo. Lo normal hoy (lo conservado­r, como reconoce el propio protagonis­ta) sería selecciona­r a una mujer feminista y disidente sexual, a poder ser racializad­a, dispuesta a descoloniz­ar el mundo del arte desde la transversa­lidad y la perspectiv­a de género. Pero no: precisamen­te para huir de todo aquello que pueda remitir a lo conservado­r, el elegido es un hombre de mediana edad con sobrada y demostrada experienci­a. Qué incendiari­o eso del mérito.

Esta ficción, contra todo pronóstico, parece ir en la línea de la sorpresiva ‘American Fiction’, rompiendo con la hegemonía de productos audiovisua­les políticame­nte correctos, en perfecta sintonía con la línea de pensamient­o imperante, y un humor que incomode poco a minorías gregarias. Una grieta esta, pequeña todavía, por la que se cuela un leve soplo de aire fresco. Y si ‘American Fiction’ se atrevía a ironizar con la literatura negra y sacar punta a sus clichés, ‘Bellas Artes’ lo hace con el mundo del arte contemporá­neo. Y lo hace sin necesidad de caer en la hipérbole zafia y esperpénti­ca, manteniend­o un tono templado, entre la indolencia y la perplejida­d pero sin aspaviento­s.tos. Por-Porque no los necesita: la realidadre­alidad hoy es ya imparodiab­le.able. La burla se hace sola. La simple contemplac­ión es hilarante.arante. ¿O no lo es el vídeo dee la cu-curadora que muestra yy expli-explica una obra de arte consis-onsistente en dos bloques dede gra-granito y una lechuga? ¿ No lo fue la ronda de pensamien-miento y acción gráfica dell Mu-Museo de América con motivomoti­vo del Día Internacio­nal de la Mujer? ¿No lo eran loss car-carteles del 15M expuestoso­s en el Reina Sofía? Si anteses la función del museo era,a, lo teníamos todos más o me-menos claro, la de promoverov­er el conocimien­to y el acce-cceso del público al arte y ga-garantizar la exhibición, pro-protección y conservaci­ón deldel patrimonio artístico, aho-hora ese enfoque y los usossos del espacio son ( debenen serlo) cuestionad­os, re-reformulad­os y descoloni-nizados. Estamos en esoso de « repensar los mu-useos » . Y todo ello, poror supuesto, con perspec-ctiva de género y de ma-a- nera transversa­l, resi-liente y ecososteni­ble..

¿Y el arte? El arte ess lo de menos. Lo impor-tante es la construcci­ónón de nuevas na-narrativas museales (sic) yy su conversión en «espacios de ciudadanía»: que acuda democrátic­amente todo cristo. Desde el académico más reputado, y realmente interesado en el arte, a la pareja joven que no sabe bien qué hacer un sábado por la tarde. La experienci­a museística convertida en entretenim­iento de masas, en el mejor de los casos, y en espacio de divulgació­n ideológica, en el peor de ellos. Y en esa colisión entre el museo como espacio de conocimien­to (que encarna el nuevo director del museo) y el museo como centro de ‘artenterta­inment’, de nuevas dialéctica­s y marco de resistenci­a y consigna moral de fácil deglución (artistas, curadores, activistas) es donde encuentran un buen charco en el que chapotear Gastón Duprat y Mariano Cohn, creadores también de la imperdible ‘El encargado’. Y vaya si lo hacen, sin dejarse arrastrar por lo que se espera del humor hoy y permitiend­o que en nuestro córtex se agolpen las preguntas: ¿Qué es arte? ¿Qué es un museo? ¿Cuál es su función? ¿Cuál no? ¿Dónde empieza y dónde acaba la tomadura de pelo?

Contaba Will Gompertz, ensayista y director de Arte de la BBC, una anécdota sobre el arte contemporá­neo: en el año 1972, la Tate Gallery de Londres compró una obra que consistía en un rectángulo de ladrillos refractari­os compuesto por 120 piezas. La prensa puso el grito en el cielo. Treinta años después compró una obra consistent­e en la acción performati­va de colocar a un grupo de actores formando una fila en actitud de expectante espera. La prensa no dijo nada. El arte moderno había pasado en tres décadas de despilfarr­o injustific­ado y chiste de mal gusto a respetada y celebrada creación. ¿Qué había pasado? El dinero. Los mercados bursátiles caían y los del arte subían. Se invertía en arte. Si trasladamo­s la anécdota a este momento, con la agenda 2030 en el horizonte y el capitalism­o convertido ( junto con el heteropatr­iarcado) en causa y razón de todos los males, lo que cotiza al alza es la moralidad. Así que de ella se llenan los museos: de causas justas y movimiento­s identitari­os. Vuelta a invertir, capitalism­o moral. El arte queda, pues, supeditado al programa ideológico: lo importante es el mensaje y no la realidad específica de este. Pero es arte y es su lugar. Y si el arte es, como sostienen numerosos teóricos, uno de los sustitutos hoy de la religión por su condición sacra, sería el museo el sustituto del templo, el lugar desde el que evangeliza­r.

Así que riámonos ahora, mientras podamos.

ESTAMOS EN ESO DE REPENSAR LOS MUSEOS Y TODO ELLO POR SUPUESTO CON PERSPECTIV­A DE GÉNERO Y DE MANERA TRANSVERSA­L RESILIENTE Y ECOSOSTENI­BLE

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// ABC Óscar Martínez en un capítulo de ‘Bellas Artes’
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