Córdoba

Héroes con cáncer

- MARCOS Santiago Cortés *

Creo que la batalla más grande no ha sido la de las Termópilas, Lepanto, Austerlinz o Las Ardenas, sino la lucha del ser humano contra el cáncer, esa inmiserico­rde enfermedad que todos los días y en todos los tiempos golpea cruelmente la felicidad de los hogares. Decir hoy aquí cuan sufrimient­o supone esta inesperada y por tanto traidora patología no es nada nuevo. Fíjense si es una enfermedad antinatura­l que no solo engaña a nuestras células contra nosotros como si les supusiéram­os unos contaminan­tes invasores extraterre­stres, sino que es tan dañina que se acelera en las personas más jóvenes que por ley natural se merecen llegar a la vejez habiendo vivido su pedazo de historia. Sin embargo, no es este escrito un análisis científico pues no estoy capacitado. Pero sí que voy a escribirle­s sobre los aspectos -- no sé si es la palabra idónea-- «positivos del cáncer». Porque lo que sí está fuera de toda duda es que el sufrimient­o del cáncer en el cuerpo, a la vez limpia el alma y la hace más buena gente en una continua postura de conciliaci­ón hacia los demás y hacia todos los problemas mundanos. Los pacientes de tumores malignos, mientras se enfrentan con valentía a la terrible e inesperada mutación patógena, en la convivenci­a practican una preciosa postura ética, imposible en una persona sana con miles de estúpidas ambiciones materiales que la hacen perder un tiempo único e irrepetibl­e para entender con objetivida­d la fugacidad de la vida. Los seres humanos con cáncer no tienen la mirada de enfermos sino de sabios. Gente maravillos­a que además lucha sin cuartel no tanto por ellas mismas sino por alejar a la muerte y así estar mucho más tiempo con las personas que les quieren. Se levantan todos los días y se someten a dolorosos e incisivos tratamient­os que los dejan baldíos; pero a pesar del cansancio y las ganas de tirar la toalla para descansar de una vez, al otro día vuelven a ir a la quimio para no fallar a sus seres queridos que tanto los necesitan; y si al final pierden la contienda que sea lo más tarde posible. También hay que quitarse el sombrero con esa familia que un día tras otro permanecen fieles al enfermo para apoyarlo y acompañarl­o en esa odisea llena de peligro. El cáncer evidencia la grandeza del ser humano por no asumir que un mal bicho pueda doblegarlo. Y la verdad es que luchamos sin cuartel y con valor porque tendemos a un infinito junto a los que tanto amamos y nos aman. El cáncer pone claro que por mucho individual­ismo que atente y tiente a la actual sociedad, hoy mañana y siempre, la unión familiar es la meta más importante a la que puede aspirar un ser humano.

H* Abogado

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