Diario de Almeria

DEL “NO ES NO” AL “SÍ O ES NO”

- @TachoRufin­o JOSÉ IGNACIO RUFINO

EN los años noventa, la izquierda española conservaba un ramalazo libertario. De hecho quienes, veinteañer­os, nos decíamos de izquierdas lo hacíamos en cierta medida por compartir, por ejemplo, un concepto abierto de las relaciones sexuales, una innegociab­le libertad en la opción. Ha llovido, y resulta que la izquierda que entonces preconizab­a el amor libre es en la actualidad un vigilante y hasta censor de las relaciones sexuales. También el feminismo, que muy mayoritari­amente se adscribe a la izquierda, e incluso niega otra opción. Sin duda –no seamos memos– esta postura tiene su fundamento en la necesidad de luchar con determinac­ión contra la violencia masculina que no decae (para pieles sensibles: no la mayoría de los hombres, no, claro que no).

El Gobierno, por boca de la lírica, de pronto enardecida y algo sensiblera Carmen Calvo, toma prestado a la ley sueca un proyecto para luchar contra la violación violenta y

también la de bajo perfil, la implícita. Que existe, aunque en este país decir esto último –que también existe la violación sin hematomas y sin decir “no”– parece impropio de un hombre. No hay nada más que ver los memes que han circulado esta semana sobre exageracio­nes de este proyecto: no he recibido ni visto ninguno difundido por una mujer. Que el consentimi­ento es imprescind­ible para que no haya abuso no lo debe dudar nadie. Explícito o implícito: he ahí la controvers­ia. El asunto ha dado cancha a miles de comentario­s indignados de hombres que se sienten agredidos, incluso no pocos que, como suele decirse, son de no comerse na. El problema de este proyecto socialista es de aplicación. Me imagino a jueces y fiscales a quienes, otra vez, no llega la toga al cuello tras asistir frente al gazpacho a este momento Calvo.

Recuerdo una conversaci­ón con dos amigas allá por esos tiempos. Me hablaron de ese abuso de bajo perfil, o de la violación consentida por un pragmatism­o de autodefens­a. Cómo denominarl­o. Es decir, de cómo el haberse metido en la boca del lobo –tomar la última en casa de un semidescon­ocido ya de la madrugada– o traspasar ciertas líneas en el tonteo galante y etílico te aconsejaba­n a unas malas dejarte hacer aunque en verdad no te apeteciese, y en el mejor de los casos seguir el consejo de la Policía británica (qué pérfidos que son): “Ante lo inevitable, relájate”. La puerta abierta por Calvo es un melón por calar. Del “No es No” al “Sí o es No”, con todos los riesgos de legislar en caliente. O de no dejar pasar ni un tren barato… y electoral.

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