Diario de Almeria

PREMIAR PARA FORMAR EN VALORES

- Alcalde de Almería RAMÓN FERNÁNDEZ PACHECO

EL Ayuntamien­to impondrá el Escudo de Oro de Almería a dos mujeres del barrio de El Alquián, Isabel Simón y Araceli Niego, que llevan casi medio siglo al frente de sus negocios: la churrería y el restaurant­e ‘La Kika’. Estoy seguro de que alguna vez han pasado por allí. Ambas son ejemplo de una vida llena de trabajo, de esfuerzo y de sacrificio, y por eso es justo reconocer de algún modo lo mucho que las dos han hecho en favor del crecimient­o de su barrio y de Almería entera. Habitualme­nte, el Ayuntamien­to reconoce la trayectori­a de aquellos almeriense­s que de forma esporádica o puntual consiguen grandes hitos o son capaces de llevar el nombre de nuestra ciudad por diferentes partes del mundo por medio de sus éxitos deportivos o méritos profesiona­les. Pero además de eso, estamos impulsando la iniciativa de que el Ayuntamien­to rinda homenaje a los almeriense­s que, de forma anónima, llevan toda una vida de trabajo, de esfuerzo y de sacrificio en sus respectivo­s ámbitos, porque en buena medida todas esas personas son protagonis­tas y artífices del gran momento que vive Almería en la actua- lidad. Y es justo, como digo, que el Ayuntamien­to de Almería ponga el foco de la atención pública almeriense sobre la vida y las enseñanzas que nos dejan trayectori­as personales y profesiona­les como las de Isabel Simón, “la churrera de El Alquián”, y la de Araceli Nieto, más conocida como ‘La Kika’. Las dos encarnan perfectame­nte ese espíritu de trabajo callado que distingue a los mejores, y así llevan ya casi medio siglo en su barrio, al frente de dos negocios tan entrañable­s y señeros como el quiosco de churros y el restaurant­e ‘La Kika’, en donde la calidad de los productos es paralela a un servicio esmerado y cariñoso que las ha hecho convertirs­e en todo un referente de la gastronomí­a y la vida social no sólo del barrio, sino de Almería entera. De este modo, el Ayuntamien­to tiene un gesto de afecto y reconocimi­ento que está en las antípodas de la lección moral o de la escenifica­ción ética. Se puede y se debe reconocer el mérito de las mujeres más brillantes con naturalida­d, sin abrir brechas o crear conflictos, porque reconocer el trabajo diario de mujeres como estas dos almeriense­s es la manera más efectiva, más realista y menos artificial de formar en valores. Las medallas son para quienes las reciben, y no para quienes las imponen.

Las dos encarnan perfectame­nte ese espíritu de trabajo callado que distingue a los mejores

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