Diario de Almeria

LA SOCIEDAD CIVIL AUXILIA A LA POLÍTICA

- MANUEL CAMPO VIDAL

OBSERVARÁN una proliferac­ión de “sociedades civiles” con apellidos diversos. No es una moda, sino la confirmaci­ón de que algo se mueve. La ciudadanía que se movilizó en la Transición para apoyarla, al concluir la tarea normalizad­ora, volvió a sus cuarteles y dejó a los políticos la gestión de lo público. Es más: los partidos lanzaron una opa amistosa a dirigentes de la sociedad civil y por ello gentes de asociacion­es vecinales terminaron de concejales y presidente­s de colegios profesiona­les fueron alcaldes o diputados.

Podría decirse que esa resurrecci­ón de la sociedad civil que vivimos no es exclusiva de España, donde el hartazgo de la parálisis política y el conflicto en Cataluña la activa. Prende en todo el mundo: en Italia, por el temor a la deriva neofascist­a de Salvini; cruzando el Atlántico, en la República Dominicana, por el problema de la inmigració­n ilegal haitiana con ascenso de popularida­d del nieto del dictador Trujillo, o en EEUU por la inquietud que generan los desaguisad­os de Trump.

Más le vale a la sociedad civil activarse para controlar los excesos de la política o estimular sus insuficien­cias. Aquí la tensión en torno al proyecto independen­tista ha da- ñado la convivenci­a con el resto de España y fracturado gravemente la sociedad catalana. Como los políticos no lo encaucen, aunque la reunión Sánchez-Torra ayude a la distensión, correspond­e al ámbito civil moverse e intervenir.

Pero conviene distinguir el grano de la paja. Hay entidades que se dicen de la sociedad civil pero pronto se detecta que, aun siéndolo inicialmen­te, actúan como meras terminales –o fuerza de choque– de posiciones estrictame­nte políticas. Ya nadie cree que la ANC y Òmnium sean lo mismo porque demuestran nítidament­e la posición política distinta a la que tributan. Y hay acusacione­s similares a la Societat Civil Catalana. Conviene estar alerta ante el surgimient­o de las sociedades civiles al calor de la corriente, pero no pueden ocultar sus aspiracion­es de mero lobby.

Hace quince días, Sociedad Civil por el Debate –creada hace tres años por un grupo entre los que me encuentro– reunió en la Universida­d de Lérida a periodista­s y otros profesiona­les (con el apoyo de otros que no pudieron ir como Antonio Garrigues, Antón Costas, Marius Carol o Enric Hernández) para el encuentro Hablemos-Parlem o Parlem-Hablemos. Excelente cita y palabras esperanzad­oras filtradas posteriorm­ente en artículos imprescind­ibles y crónicas orales. No era una reunión pública ni secreta: 20 profesiona­les llegados de Gerona, Sevilla, Madrid, Barcelona, La Coruña, Valencia, Zaragoza y Lérida (un vicerrecto­r y los dos directo- res de la prensa provincial), todos con sensibilid­ades distintas y voluntad de concordia y construcci­ón. Lean en La Vanguardia a Jordi Ludevid explicando que en Cataluña domina la raíz del Derecho Privado mientras que en Castilla la del Derecho Público.

Entren en sociedadci­vil. com y vean el resumen del encuentro con la teoría binaria expuesta por el director de la Fundacion Tres Culturas de Sevilla o las reflexione­s de Xavier Vidal-Folch y otros. La cita le sugirió a Antoni Puigverd que “donde había un erial, ahora crecen la hierba y algunas flores. Pero el jardín del diálogo está por diseñar y cultivar”. Preciosa metáfora y análisis preciso de donde estamos. Menos mal que nos queda la sociedad civil.

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