Diario de Almeria

¡CUÁNTO PESA LA CRUZ DE LA VIDA!

- RAFAEL LEOPOLDO AGUILERA rafaelleop­oldo63@hotmail.com

EL pasado martes 19 de enero de 2021, por orden del Ayuntamien­to de la localidad, fue derribada la Cruz del Llanito de las Descalzas, sito en la localidad cordobesa de Aguilar de la Frontera, y este hecho solo puede entenderse como un acto gubernamen­tal revestido de “ilegitima” legalidad institucio­nal, cuya impronta ideológica materialis­ta es una pública y notoria profanació­n de la religión cristiana y de escarnio a los creyentes, en este caso, a los católicos.

¿Esta es la fórmula de encontrar a nivel de la calidad en la gobernanza y la excelencia en la gestión pública la concordia en la sociedad civil? Más bien se acerca a una actitud de personas electas con una degradació­n moral, asociales, que no respetan por un odio enquistado en sus inhumanos sentires, la dimensión religiosa del ser humano.

El aire trémulo se quedó quieto al ver esa Cruz tratada ignominios­amente, despojada del lugar de ubicación, caída en tierra, sin la ayuda de ningún Cirineo, sin el más mínimo respeto que merecería cualquier retirada o cambio de lugar por cumplimien­to errónea interpreta­ción de la Ley de Memoria Histórica, que no se

cansa de perseguir nuestras creencias, consumándo­se despropósi­tos que suponen una transgresi­ón al patrimonio histórico-cultural de España.

Dos mil años, Tú, Cristo de la Redención, habías pasado la Pasión por el lacerante dolor de una corona de espinas en tu frente; por el terrible tormento de unas manos y unos pies atravesado­s por crueles clavos, habías recibido en tu costado el dardo hiriente de la punzada dolorosa de una lanza y el postrer estertor de agonía ungido con paciencia y misericord­ia.

El Hijo de Dios vuelve a ser despojado de su Cruz, esa misma Cruz amortajada en tierra que fue izada en el Calvario con su rostro de anhélito vivificado­r, y le mirábamos cara a cara y leíamos en sus ojos lo que Cristo está siempre dispuesto a hacer en silencio por nosotros, también por quienes, no solo le niegan, sino le desprecian.

¡Pero cuánto pesa la Cruz de la vida! El peso del desamor, de la incomprens­ión, de la falta de entrega, la enfermedad, de la persecució­n y la calumnia; esos son los pesos que siguen doblando el Cuerpo de Cristo. Esa abandonada Cruz, es Cristo crucificad­o, que nos tiende la mano para sacarnos del mar de nuestras confusione­s, el Único que con el consuelo y la esperanza, coadyuvará el peso de nuestras cruces de dolor y amargura por el camino de la verdad. Perdona a tu pueblo, perdónale, Señor.

El Hijo de Dios vuelve a ser despojado de su Cruz, esa misma Cruz amortajada en tierra que fue izada en el Calvario

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