LA CELOSÍA DEL CONFINAMIENTO
TODO comunica, en mayor o menor medida, siempre. Pero no lo hace ni de la misma forma ni con idéntica repercusión. Depende de múltiples factores que se entrecruzan para formar un universo comunicativo: el momento y el espacio, los contenidos en sí, la emotividad que se transmita, los formalismos que haya de observarse… En las situaciones especialmente delicadas, por su propia naturaleza singular, cualquier gesto adquiere una repercusión intensa y profunda entre quienes los observan, fundamentalmente, por la enorme expectación de quienes están viviendo circunstancia excepcionales.
El martes me despedí de los camareros del bar donde suelo desayunar. Solo nos deseamos salud y poder volvernos a ver pronto. A pesar de la mañana primaveral, tan limpia, flotaba una lánguida atmósfera de estoicismo y resistencia. Supongo que no serán tan distintas las despedidas a quienes van a combatir al frente. Ya no caben los mensajes optimistas. Solo queda la resignación, cerrar los ojos, esperar que pasen las cosas y sobrevivir, como sea.
Como recordaba Jenaro Ortega, uno de mis más queridos maestros, desgraciadamente en esta vida todo puede ser perfectamente empeorable. Entre las calles semi-vacías de Almería, como el graznido lóbrego de aves de mal agüero, también se desparramó por aquí el anuncio de que Astra-Zeneca pensaba restringir el suministro de vacunas. En sí, tampoco es nada sorprendente, desde luego. La industria farmacéutica sustenta uno de los pilares más repulsivos de las sociedades occidentales. Lo previsible era que, en medio de una pandemia mundial, negociara sin escrúpulos éticos, subastara sus productos al mejor postor y, en definitiva, demostrara una vez más que la salud está al servicio de la economía entre esas coordenadas.
Ahora le toca mover pieza a la UE en esta dantesca partida de ajedrez con la multinacional farmacéutica. Tiene innumerables bazas en sus manos, para empezar la cancelación de las patentes, con lo que cualquiera podría fabricar y comercializar el mismo compuesto. Esperemos que no le tiemble el pulso. De lo contrario, el mensaje social puede ser demoledor, pues se cerraría una de las últimas celosías que filtraban algo de esperanza, tras casi un año ya de angustia. Al mismo tiempo, el conflicto está encendiendo señales de alarma más que nítidas de cara al futuro post-pandemia. Hay temas demasiado trascendentes como para quedar al albur del mercadeo y la iniciativa privada; para empezar, la salud de una sociedad.
Ahora le toca mover pieza a la UE en esta dantesca partida de ajedrez con la multinacional farmacéutica