POR FAVOR, (...). GRACIAS
COMO sigo limpiando papeles viejos, me he encontrado con varios ejemplares de la revista “Por Favor” de los 70’s. Además, por otras razones me han venido a la cabeza recuerdos de mi madre relacionados con una frase que me enseñó: “con educación se va a todas partes”. Lo hizo como acostumbraba, con mucha suavidad, es decir, con el cariño con el que las madres saben educar a los hijos, y con la suficiente perseverancia como para que se quede grabado en la memoria como norma “que sale dentro” y que ya vas a poner en práctica automáticamente a lo largo de tu vida.
Además, como me lo inculcó a la vez que lo hacían en la escuela, me lo he intentado aplicar siempre. ¡Hasta en las situaciones más escabrosas que he vivido! Porque la educación no está reñida con nada. Por ejemplo: si estamos en una cola rodeados de personas nerviosas, con prisas, o intentando calcular cuánto son dos metros, lo más seguro es que lo más práctico sea recordárselo con calma y educación al que se salte la norma. Si estamos tratando de averiguar algo y le preguntamos a alguien, siempre da resultado comenzar con un saludo, seguido de un por favor, y terminar dando las gracias. No cuesta dinero y no solo no molestas, si no que quedas bien.
Ahora, parece que no se estila (María Dolores Pradera dixit) introducir esas expresiones en el trato diario. No creo que sea por “economía del lenguaje” o por un anglicismo como decimos cuando queremos echarle las culpas a alguien de los cambios del idioma. Pero claro, todo tiene consecuencias. Otra norma de educación es no llegar tarde al trabajo y, otra más, no andar todo el día mintiendo.
La cuestión es ¿y dónde hay que aplicar esas normas? Pues muy fácil: en todas partes y a todas horas. Pero estamos en unos momentos en que lo que se lleva, con la excusa de los móviles, es soltar respuestas tan sesudas como: “me la suda lo que ese diga”, en lugar de explicar por qué no coincide con el otro. O hablar de libertad, defendiéndola con una frase tan bien argumentada como: “aquí hay libertad y cada uno dice lo que le sale de los cojones”, comentario que no tiene nada que ver con el estudio sobre dicho término que publicó Cela.
Llegados a este punto, no puedo terminar sin referirme a los políticos, más que nada por lo que hablan para tratar de no decir nada claro. Como lo que dicen, no se por qué tiene tanta repercusión social, sería bueno que parieran más ideas y menos palabrería, cuando menos la hueca y la malsonante. Con esa conducta no desbancarán nunca de su puesto en la historia del Congreso a don Antonio Maura.
Ahora, parece que no se estila (María Dolores
Pradera dixit) introducir esas expresiones en el trato diario