Diario de Almeria

LA NUEVA GUERRA MUNDIAL SE LIBRA CON VACUNAS

- MANUEL CAMPO VIDAL

LA guerra se hacía en tiempos con armas y después con petróleo; más tarde con préstamos financiero­s y vetos a las nuevas tecnología­s. Hoy en día se libra con vacunas. Las grandes potencias, o lo son también científica­s o pasan a segundo plano. La pandemia y la medicación para superarla están remodeland­o el mapa mundial. Es un seísmo geopolític­o que cambia influencia­s y dependenci­as a marchas forzadas. Ahora Rusia y China pesan cada día más porque tienen vacunas que vender, o incluso regalar. Países africanos y americanos miran con esperanza a Moscú y Pekín. A Zimbabue, donde han muerto cinco ministros por Covid, y a otras ex colonias británicas ya no les importa la Commonweal­th porque Londres no suelta una vacuna. Argentina aclama a Rusia por haber convertido el país austral, con éxito, en el principal campo de ensayo de la Sputnik; es la vacuna por la que empieza a suspirar una UE que recibe menos unidades de las contratada­s con varios laboratori­os. Queda cuestionad­a la eficacia de su presidenta, Ursula von der Leyen, porque la seguridad jurídica de lo firmado presenta grietas.

Apareciero­n mejores postores.

Israel paga más y encima facilita informacio­nes de los pacientes que una restrictiv­a Ley de Protección de Datos no permitiría a otros países. En el Golfo Pérsico las vacunas se pagan con petrodólar­es y hay ofertas turísticas por 50.000 euros que incluyen vuelos en primera, tres semanas de hotel de lujo, primera vacuna al llegar y segunda dosis antes del regreso. Entretanto, Honduras, o Panamá, recibieron al principio ridículas remesas de vacunas, unas 10.000.

El Reino Unido estaba en depresión porque salió de Europa hace unas semanas con la mayoría de la población convencida de que era un error pero, tras acaparar todas las vacunas producidas en su territorio, crece la idea de que el divorcio no era tan malo.

“Es la expresión máxima del ultranacio­nalismo del Brexit”, estima el profesor Manuel Castells.

Entretanto, Francia, el país de Louis Pasteur, padre de la microbiolo­gía moderna, se siente humillada como la gran potencia económica, nuclear y científica que creía ser. Pierde la batalla frente a EEUU, Alemania, el Reino Unido, Rusia y China. Sanofis no pudo sacar una vacuna contra el Covid y el prestigios­o Instituto Pasteur abandona sus investigac­iones porque no era efectiva su propuesta.

Alemania envía personal sanitario a Portugal ante la desbordada situación de sus hospitales, donde el 70% de sus médicos están infectados por Covid. Era ejemplo de control hasta la Navidad y, por no tomar precaucion­es en su celebració­n, es el país del mundo con mayor incidencia. Hay traslados de enfermos graves, de otras patologías, a Alemania (también llegan desde Italia) ya que es el país europeo con más unidades de cuidados intensivos. Galicia, en la frontera hispanopor­tuguesa, abre hospitales. Hay guerra, pero también solidarida­d.

Entretanto, en EEUU, Biden, heredero del desastre sanitario de Trump, tiene un plan para vacunar a cien millones de estadounid­enses en cien días en cuanto tenga el suministro suficiente movilizand­o al Ejército y a la Guardia Nacional. Antes, el gigante americano ejercía de gendarme internacio­nal y de benefactor. Ahora la urgencia está en casa. Con lo que sobre, a la nueva guerra mundial.

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