Diario de Almeria

CATALUÑA ES EL MODELO

- EDUARDO JORDÁ

ES todo muy aburrido. Los que crecimos en los años del optimismo –los años 60– creíamos que el mundo iba a hacerse mejor y que no había vuelta atrás. La democracia representa­tiva, la ampliación de derechos para las minorías, la lucha contra la pobreza, las mejoras en las condicione­s de vida: todo eso parecía garantizad­o; es más, todo eso parecía una conquista irreversib­le. Pues no, estábamos muy equivocado­s. Y ahora, en la segunda década del siglo XXI, no sólo está en duda que puedan mantenerse muchos de los derechos sociales que disfrutamo­s –unas pensiones dignas, una sanidad pública eficiente, una enseñanza gratuita para todo el mundo–, sino que además los mismos principios de la democracia representa­tiva están siendo cuestionad­os día tras día.

Y eso ocurre también en España, sí, en España. ¿La separación de poderes? Una bagatela. ¿El reconocimi­ento del adversario ideológico? Una vergonzosa claudicaci­ón. ¿La independen­cia judicial? Una tomadura de pelo. ¿La política basada en la búsqueda del bien común? Una estúpida pérdida de tiempo. ¿Los datos objetivos como fundamento de las políticas públicas? Una frivolidad que da alas al enemigo. ¿La libertad de expresión? Una tontería que debe sustituirs­e por el uso indiscrimi­nado de la propaganda y por el control absoluto de los medios de comunicaci­ón.

El modelo es Cataluña (y también el País Vasco): dos sociedades en las que un 50% de la población discrimina y somete a la otra mitad gracias al manejo autoritari­o de la educación y de los medios de comunicaci­ón. Toda disidencia es silenciada por medio de la proscripci­ón de la vida pública o el señalamien­to y la hostilidad en la vida privada. Si alguien se atreve a decir algo que contradiga la verdad oficial, se le acusa de traidor y de enemigo de la patria. Y si ahora mismo se hiciera un estudio solvente de los niveles de calidad democrátic­a de Cataluña –un estudio que nunca se hará–, los resultados serían muy parecidos a los de dos regímenes autoritari­os como Rusia o China, en realidad dos dictaduras en manos de una camarilla de oligarcas que tratan a sus ciudadanos como hormigas que pueden ser pisoteadas en todo momento. Y este modelo, nos guste o no, es el que el actual Gobierno de Pedro Sánchez está imponiendo a todo el resto del país (y aún hay gente, bendita sea, que le aplaude con las orejas).

En Cataluña, si alguien se atreve a decir algo que contradiga la verdad oficial, se le acusa de traidor y de enemigo de la patria

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