Diario de Almeria

CULTURA DE LIBERTAD

- JAVIER PERY PAREDES Almirante retirado

Pero todo eso dista mucho de la intención del Ministro de Cultura. En lugar de proteger la libertad de conciencia de todos los españoles, como manda la constituci­ón de prometió defender, la niega

LA libertad consiste en poder elegir. La religiosa en optar en qué creer. Nada que ver con la idea de liberar al pueblo de la religión, como algunos se empeñan en difundir.

La escasa libertad con que nos movemos últimament­e parece que ya afecta también a la capacidad de deambular por el mundo de las ideas. Observar la realidad con la propia mirada, abrir los ojos a lo que de verdad sucede, se sustituye sin más por una ficción armada a costa de televisión y mensajes anónimos reenviados hasta la saciedad por las redes sociales. Con tanta cosa triste y otras tantas malas que se cuentan por ahí, la situación social se parece a ese “mirando la tele y no viendo nada” que canta Amaral. Porque la mirada perdida en la Nada, como una “The Nothing” de la Historia Interminab­le de Michael Ende, es el producto final que algunos quieren y así exterminar, con sonrisa de tétrico payaso, cualquier atisbo de ilusión.

La nueva imposición, difundida propagandí­sticamente como “religión de la libertad”, una perversa alteración del sentido de las palabras, es una de las formas de hacerlo. Como en otras cuestiones de ayer y de hoy, se trata de acabar con otra libertad, la religiosa, esa que proclama la Constituci­ón española y, si a alguno le parece poco, también el artículo 10 de la Carta de Derechos Fundamenta­les de la Unión Europea y el 18 de la Declaració­n de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Digo esto porque si dicen que es una religión, nadie debería imponerla, sino convencer con de la razón y el ejemplo.

Pero todo eso dista mucho de la intención del Ministro de Cultura. En lugar de proteger la libertad de conciencia de todos los españoles, como manda la constituci­ón de prometió defender, la niega. Es así porque trata de imponer creencias que insisten en transmutar en religión lo que una opción política a la que apellida con una palabra libertad, esa que pretende limitar. Reconozco que algo de razón hay que darle al Ministro Secretario General del Movimiento laicista cuando otorga el título de religión al propagandí­stico enunciado de su sectaria imposición. Y es que el laicismo dicta dogmas, postulados incompresi­bles para la razón que se aceptan en la creencia de la existencia de un Dios que los infunde. Pero los suyos son ajenos a este requisito.

A diferencia de lo que sucede en el ámbito religioso, cuesta entender la impostura y los principios doctrinale­s que propugna, esos que confunden estado laico con sociedad sin religión y separación de Iglesia-Estado con renuncia ciudadana a manifestar públicamen­te la fe. Ni que decir tiene que, aunque sólo se reconozca la religión como fenómeno cultural (¡que es mucho más!) da la impresión de que el responsabl­e de cultura en España desea acabar con una parte de ella.

Lo que sucede en otras sociedades, donde se reconoce abiertamen­te el origen religioso de la estructura social o se pide que Dios bendiga a la nación sin mención a confesión ninguna, aquí se obvia. Es más se quiere acabar con toda creencia religiosa, y créanme que con toda, a base de enfrentar religiones como forma post-moderna de la marxista lucha de clases. Lo hacen al romper la igualdad de trato para cada individuo y la equidad con las institucio­nes religiosas conforme a su presencia social.

Y en esto, hay que reconocer que las Fuerzas Armadas dan otro plus de neutralida­d y de humanidad como diría el recienteme­nte fallecido don Juan del Río, Arzobispo Castrense de España. En la milicia, ni se cuestionan creencias religiosas, ni se discute la libertad para pensar y decidir en qué creer, ni se pregunta por ello a nadie. Tanto se respeta la libertad religiosa que únicamente se pide a las familias doloridas de militares y civiles, cuando la muerte les alcanza, si desean honrar también el alma del caído con un rito religioso. Para quién dude de ello, puede preguntar a las familias o recordar a Ataollah Taefik Alili para el que se buscó en Zaragoza al clérigo que pudiera honrarle conforme a su credo Bahai.

En este Guadiana de la política española, donde las mismas ideas aparecen y desaparece­n, por más que se vistan con nombres diferentes, ya se produjo ese intento de imponer los dictados de la Nada en religión. La diferencia es que hace años, quienes trataron de hacerlo oían los consejos de los que creían, además de en Dios, en dar al Cesar lo del Cesar y dejar lo demás al libre albedrío de cada uno. Eso es cultura de libertad.

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