Diario de Almeria

NO SE DEJEN INVISIBILI­ZAR DE NUEVO

- GONZALO ALCOBA GUTIÉRREZ Juez galcoba@poderjudic­ial.es

LA repentina desaparici­ón de casi cualquier referencia a la herencia marxista en los movimiento­s sociales posmoderno­s, incluso en los más contestata­rios y rebeldes, fue consecuenc­ia inevitable, ya en los ochenta o noventa, de la desideolog­ización de la lucha por la igualdad. Después del fiasco soviético, la Universida­d occidental se es forzó denodadame­nte por lanzar a Marxa lagu je rodela memoria, excluyéndo­lo de buena parte de los programas académicos, hasta el punto de que hoy es posible estudiar economía o políticas sin haber leído al filósofo alemán. Este ostracismo póstumo se ha demostrado casi tan pernicioso como su canonizaci­ón y nos ha llevado irremisibl­emente de una forma radical de dogmatismo a otra igualmente exacerbada. Sin embargo, la lucha feminista, tal y como hoy se concibe, no puede entenderse al margen de las tesis marxistas, sino como una de las más poderosas y persistent­es concrecion­es de la lucha de clases; el feminismo es la única experienci­a que aun resiste de la decidida lucha colectiva por la liberación de la clase oprimida, del sexo oprimido, frente a un sistema patriarcal plagado de contradicc­iones que no pue

El feminismo parece destinado a vencer. Y, sin embargo, esta victoria no puede darse por alcanzada aún

de existir sin la sumisión de las mujeres. Pareciera que no hay forma de desactivar­es te movimiento decidido y pertinaz, que pelea con denuedo y hasta con furia contra cada manifestac­ión de des igualdad. El feminismo ha perdido el miedo, almeno sen las sociedad es más modernas: promueve, sin reservas, la modificaci­ón de las formas de convivenci­a familiar, es iconoclast­a y retador, se desenvuelv­e en casi todos los ambientes, sea sienta entre la clase trabajador­a, pero también busca su lugar en las élites y ha logrado convencer de su transversa­lidad. El feminismo parece destinado a vencer. Y, sin embargo, esta victoria no puede darse por alcanzada aún. La natural sinergia entre la lucha feminista y la de los colectivos tradiciona­l e in justamente discrimina­dos no debe hacer olvidar ala primera que, en su rebelión, no se defiende el interés de un sector poblacion al de mayor o menor importanci­a cuantitati­va, sino el destino de la mitad de la población, oprimida desde que la humanidad dispone de fuentes históricas. Si el sexo femenino quedara desdibujad­o, si la des clasificac­ión de sexos que parece pretenders­e en ciertos sector es prosperara, la desigualda­d de la mujer frente a su opresor secular quedaría trivializa­da y, por ende, la lucha feminista perdería su razón de ser. Convencer a la sociedad de que nadie se define por su sexo, conllevará la desarticul­ación de decenios de feminismo; del amism amanera que la pretendida desaparici­ón de los antagonism­os de clase ha entregado ala que sigue siendo obrera a condicione­s de trabajo progresiva­mente degradadas. En eso consisten, creo, los cantos de sirena que no ce san y que, de momento, parecen cerca de lograr fracturar al movimiento.

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