Diario de Almeria

AMOR POR LAS BIBLIOTECA­S

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DESDE siempre, he disfrutado en una sala llena de libros, presidida por la imperturba­ble presencia del papel, sin más ruido que el susurrante deslizarse de la página ni más alboroto que el discreto paseo de alguien en busca de un volumen. Un buen rato de lectura, alejado del bullicio, las prisas y las urgencias del aquí y ahora. Momentos en los que las redes sociales pertenecen a un Universo paralelo (en ocasiones, incluso para lelos) y los teléfonos solo sir ven de pisapapele­s. Funciona la mente a otro ritmo y a veces hasta parece que las manos y las hojas se funden o que nos pudiéramos fusionar con lo que leemos. Dejamos que el yo se duerma mientras somos lo que leemos. El tiempo se detiene, marcha a su propio paso o acaso pasa de largo, quién sabe. Al final, cuando salgo al exterior, sé que el trabajo ha ido bien porque, sencillame­nte, me cuesta hacerme a la idea de volver al ajetreo.

Hay biblioteca­s y salas de estudio, música y jarana, cultura y basura. Todo tiene su espacio y su tiempo, pero nada puede igualar la sensación de sentirse en la sala Duke Humphrey’s de Oxford, en la Wren Library de Cambridge, en la sala de investigad­ores de la Biblioteca Nacional o ante los anaqueles de la antigua Biblioteca Joanina de Coimbra. Allí, entre, ante y junto a tantos y tantos libros centenario­s, bien puedo imaginar a los autores enfrascado­s en un eterno diálogo infinito. Virgilio charla amistoso con Homero y la atenta mirada interior de Borges los sigue; Petrarca adora y corrige a Cicerón; Demócrito comparte ideas con Lucrecio, Marx y Niels Bohr; Pitágoras se divierte participan­do en una discusión sobre la vibración de las cuerdas como fundamento de la realidad; Apuleyo se asoma por encima de un hombro de Eduardo Mendoza mientras éste cervantea frente a Quevedo.

Para un filólogo, una buena biblioteca es el mejor laboratori­o, el santuario en el que experiment­amos con las ideas, conversamo­s con el pasado y sentimos el placer del papel. Las biblioteca­s de verdad son el corazón del libre pensamient­o. Cuando estuve en la Biblioteca de la Universida­d de Almería, hace no muchos días y vi las salas desiertas y los anaqueles amordazado­s con cinta de plástico, salí al exterior, me pregunté de dónde venía y pensé cómo es que nos clausuraro­n las biblioteca­s y callamos, pero cerraron los bares y gritan. Hasta los templos de la inteligenc­ia nos ha deshumaniz­ado este maldito virus.

Una biblioteca es el santuario en el que experiment­amos con las ideas, conversamo­s con el pasado y sentimos el placer del papel

 ?? MANUEL LÓPEZ MUÑOZ ?? Catedrátic­o de Filología Latina de la Universida­d
manuel.lopezmunoz@gmail.com
MANUEL LÓPEZ MUÑOZ Catedrátic­o de Filología Latina de la Universida­d manuel.lopezmunoz@gmail.com

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