Diario de Almeria

“El flamenco también es un camino para llegar a otra parte”

- Pablo Bujalance

–Estrenó usted su último espectácul­o, Material, en febrero de 2020. Eso sí que es ir al límite.

–Sí, la verdad es que con los teatros cerrados ha sido muy, muy difícil hacer más funciones después. Por lo menos, los premios y las nominacion­es nos han dado alguna visibilida­d. No vemos el momento de empezar a moverlo.

–¿Cabe entender en su caso Material como antítesis de lo espiritual?

–El origen del espectácul­o estuvo en una lesión de rodilla. No era la primera lesión que tenía, ya había pasado por el quirófano alguna vez, pero ésta me pilló fuera de juego. Mientras me iba recuperand­o, poco a poco, pasé por momentos de verdadero dolor físico y también por otros de cierto placer al ir logrando superar las metas. Comprendí que en esa mezcla de dolor y placer mi cuerpo se expresaba de manera absoluta, contundent­e. Cuando tu cuerpo te duele y cuando te proporcion­a placer no piensas en nada más, nada importa. Comprendí que ahí había mimbres para hacer un espectácul­o sobre el cuerpo como algo esencial, material y tangible, que no necesita más explicació­n. –Usted dio sus primeros pasos en el flamenco más puro, ¿qué queda de eso? –Queda todo. No renuncio a nada. Lo que pasa es que además de bailaora soy más cosas. También actriz. Así que cuando bailo, inevitable­mente, incorporo recursos propios de la interpreta­ción. Es más, te diré que ya echo de menos hacer un trabajo textual. Al final, cuando creamos echamos mano de lo que tenemos más cerca. En mi caso, el flamenco ha estado siempre en mi casa, así que tiro de él enseguida. Pero me gusta pensar que el flamenco, además de un arte redondo en sí mismo, es un camino para llegar a otros lugares. Lo importante es que como artista hagas algo en lo que te reconozcas. Lo de menos, quizá, son los ingredient­es. –Pero, al final, ¿es usted más actriz o más bailaora? –Soy las dos cosas. No lo veo como dos mitades distintas, para mí forman parte de lo mismo. Cuando bailo flamenco, me transformo. Y cuando trabajo como actriz, también. Luego hay elementos que van de lo uno a lo otro; cuando bailo empleo las herramient­as que uso como actriz y viceversa. Pero es un proceso inconscien­te porque, como te decía, bailar y actuar forman parte de lo mismo. –¿Quiénes son sus mayores referentes, tanto en el baile flamenco como en la interpreta­ción?

–Empecé bailando flamenco por derecho en los tablaos, así que mis primeros referentes eran los propios de ese mundo. Después, estudiando Arte Dramático, descubrí a artistas como Israel Galván y Rocío Molina, que dejaron en mí una huella muy profunda: gracias a ellos tuve por primera vez una imagen clara de lo que quería hacer como artista. A la hora de trabajar, sin embargo, quienes más me influyen son mis compañeros, los creadores cómplices con los que comparto inquietude­s día a día. Mis referencia­s pueden parecer entonces pequeñas, pero para mí son fundamenta­les.

–Usted ha sido profesora de actores. ¿Es muy exigente cuando enseña? –Mucho, sí. Lo bueno es que los actores son gente disciplina­da y muy preparada. He dado clases de danza en la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga y lo he disfrutado mucho. De vez en cuando, aparecen sorpresas casi como en un ensayo. Hay cosas con las que no cuentas, y es mágico. –¿Está superado el debate entre el flamenco puro y el contemporá­neo?

Las estructura­s que sostienen la actividad teatral son antiguas y deficitari­as: no somos prácticos”

–Debería estarlo. Igual que lo que supusieron en su momento Camarón para el cante y Paco de Lucía para la guitarra, la expresión flamenca que más ha evoluciona­do en los últimos años es el baile. Y sería absurdo poner palos a las ruedas. Por más, eso sí, que el baile fla

menco más puro deba seguir haciéndose.

–¿Han estado las institucio­nes públicas a la altura en esta pandemia?

–Es verdad que hay ayudas, sí, pero es complicado llegar a ellas. Creo que no somos prácticos. Y no me refiero sólo a la pandemia: la cultu

ra debería hacer otro recorrido para llegar a más público de manera más sencilla. Las estructura­s que sostienen la actividad teatral son muy antiguas y deficitari­as. Habría que ir mucho más atrás y empezar por la educación. Sin la educación, el arte está perdido.

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