Diario de Almeria

EL ASNO EN EL TEJADO

- Catedrátic­o de Filología Latina de la Universida­d MANUEL LÓPEZ MUÑOZ

TIENE la lengua latina una curiosa expresión :“Asin u sin tegulis”, que podríamos traducir como: “Un asno en el tejado ”. Aparece formulada en el “Satiricón”,deP et ro ni o.Trim alción, un tipo tan desgraciad­o que solo tiene dinero y tan cursi que cree que con eso basta, anuncia que va a contar una historia horripilan­te como unas no en un tejado. Podemos quedarnos ahí o ir más allá y preguntar nos cómo llegó el equino hasta ahí. Nos resuelve la duda el fabulista griegoBabr­io:e las no imitaba aun mono. Pocari sales daba a los antiguos aquella situación y, desde luego, no le veían maldita la gracia.

Muchas veces, cambiar el punto de vista ayuda a entender las cosas. Así, en vez de observar alas no, podríamos intentar ponernos en su lugar( conozco gente ala que eso no le costaría esfuerzo alguno ). Encaramado aun lugar peligro soy resbaladiz­o, sus pezuñas no tienen agarre; cuanto más se mueve para no caerse, más tejas rompe y tira al

suelo; el pánico le hiela el corazón y, apunto de precipitar­se al vacío, sus rebuznos atruenan la vecindad. Problema distinto es que no entiende cómo ha llegado ahí, ni que su inminente caída se debe a haber querido actuar como otro animal diferente. Ni siquiera es capaz de atisbarlos daños que puede causar lea quien pase por debajo: el pobre asno solo siente que tiene un problema muy grave y no sabe cómo librarse de él. Pueblan nuestros te ja

dos demasiados asnos, aristócrat­as de la escalada, trepas de medio pelo, inquilinos de alturas que no les correspond­en, víctimas del a es túpida idea de que mucho querer llegaras eralgosobr ay basta para merecer tenerlo. Seguro que todos tenemos la experienci­a de haber visto más de unas no en el tejado: proliferan como pulgas en perro flaco. Desde tan alta posición nos rebuznan, nos rompen vidas y haciendas y suerte será que no nos caiga media docena de tejas en la cabeza. Poca defensa tenemos frente a ellos salvo alejar nos, proteger nos de los daños que provoca nydej arques e despanzurr­en solos. Sin embargo, debemos andarnos con mucho ojo y más tiento: si nunca hemos visto uno, miremos hacia abajo, no vaya a ser que nos encontremo­s pisando tejas.

Pueblan nuestros tejados demasiados asnos, aristócrat­as de la escalada, trepas de medio pelo que no les correspond­en

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