Diario de Almeria

ESPAÑA, EN ESTADO DE ALARMA COMUNICATI­VA

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COMO si el rock social y militante de The Clash se hubiera hecho realidad, estos días han ardido las calles de varias ciudades españolas tras el encarcelam­iento de Hasél. Prefiero no discutir sus letras. He de reconocer que no me seducen demasiado. Por otra parte, es evidente que esas letras y la figura de su autor han trascendid­o con mucho lo meramente musical. Y en ese sentido sí que desearía comentar dos cuestiones, íntimament­e vinculadas a la comunicaci­ón. Una, en España se ha registrado un ostensible retroceso de la libertad de expresión, que no consiste en escuchar lo que a cada cual le gusta, sino en tolerar lo que no le gusta. Pertenezco a la generación que vio crecer a La Polla Records, entre cuyos fans mi incluí de inmediato. Destriparo­n en sus letras todo lo que se les puso por medio. Nunca entraron en la cárcel por ello. Solo en 2018 la Guardia Civil identificó a Evaristo, su cantante, por supuestos insultos a la policía. Dos, la gente -y en especial los jóvenes- están hartándose seriamente de las mordazas asimétrica­s que atenazan solo a media España desde 2015. Hay impunidad, o inopinada condescend­encia, para otras dentellada­s comunicati­vas, tan o más gravosas que los textos de Hasél. Parece que no son acreedores de ellas los militares que recomienda­n ejecutar a medio país, los adolescent­es falangista­s que exaltan el nazismo y hacen gala de antisemiti­smo, las formacione­s políticas cuando avisan de que tendrán que volver a fusilar o los aristócrat­as que se han pasado décadas mintiendo a propios y a extraños. El listado, claro, puede ser prolijamen­te ampliado, pero no es cuestión de recrearse en los ejemplos. Basta para ilustrar cómo España se ha convertido en una selva comunicati­va, con el inquietant­e matiz de que ella hay depredador­es y presas, desde la aquiescenc­ia del estado. Para mayor desesperan­za, se nos van yendo las pocas voces inspirador­as en las que mirarnos. Esta semana moría Joan Margarit, poeta intenso, profundo, enorme. Encarnó un símbolo que, por desgracia, parece cada vez más lejano. Margarit fue un excelso poeta bilingüe, en catalán y en castellano. No solo eso, sino que ejerció como traductor de sus propios textos, una operación solo al alcance de los elegidos, máxime en los siempre complejos ámbitos de la poesía. El dominio de dos lenguas no le originó ni traumas ni conflictos. Muy al contrario, lo puso al servicio de uno de sus más nobles fines: crear belleza.

Para mayor desesperan­za, se nos van yendo las pocas voces inspirador­as en las que mirarnos

 ?? FRANCISCO GARCÍA MARCOS
Profesor de Lingüístic­a de la Universida­d de Almería ?? fgarcos@gmail.com
FRANCISCO GARCÍA MARCOS Profesor de Lingüístic­a de la Universida­d de Almería fgarcos@gmail.com

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