Diario de Almeria

HACIA EL SILENCIO ESPIRITUAL

- JESÚS GARCÍA AIZ

LA palabra «silencio» es un término que se usa con frecuencia pero que tiene significad­os muy diversos. El primer significad­o consiste en el intento de amordazar a los demás para impedir que se expresen con libertad. En este sentido equivale a la imposición autoritari­a de algunas personas que se consideran maestras de los demás, o lo que es peor, a la actitud propia de las dictaduras. Hay otro significad­o del término que es la actitud de las personas que no tienen nada que decir, o que no quieren decir nada. En este caso es el resultado de algún tipo de incomunica­ción a causa del miedo, de la debilidad del propio pensamient­o o de la falta de comprensió­n de lo que está pasando. También hay un silencio que es consecuenc­ia del aislamient­o y el abandono. De hecho, en nuestra sociedad hay mucha gente que vive sola y aislada. Pensemos en la gran cantidad de personas mayores que viven solas, en los enfermos mentales, en el acoso (bullying) escolar, en la marginació­n en el trabajo, etc.

También del silencio que se crea cuando optamos por mantener nuestra casa alejada de la estridenci­a de los aparatos electrodom­ésticos, del ruido de la calle o del ruido de los vecinos, del exceso de llamadas telefónica­s y de las voces en los medios de comunicaci­ón. Cuando hemos conseguido apagar el silencio del ruido exterior todavía nos queda el inter ior, que, en cier tas ocasiones, es más molesto que el exterior. El reto de este ruido interior supone un largo camino que pasa por la superación de las heridas y los resentimie­ntos incrustado­s (de los que ya hablamos en otras «miradas») y, además, por la superación del narcisismo egocéntric­o y egolátrico que nos aliena de lo bueno que hay en nosotros mismos y en la sociedad.

Sin embargo, más allá de la superación del ruido exterior y la elaboració­n del silencio interior, existe un silencio creativo, que es aquel silencio capaz de escuchar cuando estamos abiertos a la realidad sin filtros y desde una actitud contemplat­iva. El horizonte que se va abriendo cuando tenemos esta actitud abierta y contemplat­iva todavía es un silencio penúltimo. La plenitud del silencio solamente se produce cuando este silencio contemplat­ivo es capaz de presentir el Misterio escondido en el fondo de todas las cosas. Es un silencio espiritual que nos unifica por dentro, nos relaciona con los demás y al mismo tiempo escucha aquella Palabra de sentido y recibe aquella fuerza espiritual que ya estaba dentro de nosotros sin que hubiéramos sido consciente­s de su presencia. Se trata de un silencio espiritual que abre nuestra mente al infinito, for talece el corazón con serenidad y nos llena del gozo de vivir, creando la experienci­a única y gozosa de sentir y vivir a Dios con nosotros.

La plenitud del silencio solamente se produce cuando es capaz de presentir el Misterio

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