La Escuela de Formación cumple SETENTA AÑOS
EN octubre de 1951 tuvo lugar un hecho histórico para la ciudad de Almería. Aguas arriba de la Rambla de Belén en su margen derecha, cerca del grupo de casitas del Barrio Alto, un centenar de chicos de 13/15 años en grupos de unos 30 marchaban con paso marcial por la polvorosa Carrera del Perú bajo las órdenes del profesor de Educación Física y Formación del Espíritu Nacional. Aquellos chicos eran alumnos de un nuevo centro educativo, perfectamente dotado en su interior de mobiliario y maquinaria, pero todavía sin asfaltar la superficie dedicada a las actividades recreativas o deportivas. En aquel sector de la ciudad en la que proliferaban las huertas y casas de labranza, el patio del Instituto era un terreno desbrozado que aún conservaba los restos de un pozo y una balsa, al lado de la cual crecía una hermosa higuera.
Poco después, aquel terreno blando como la tierra de labor se endurecía por las pisadas de los muchachos, que antes de entrar a clase formaban por grupos y atendían las indicaciones de los educadores o profesores de educación física. Así empezaron las clases en aquella Institución Sindical de Formación Profesional, un centro de enseñanza que acogía en su internado a los mejores chicos de los pueblos de la provincia, niños que de otra manera no hubieran podido salir de una sobria agricultura de supervivencia y a los adolescentes de Almería, todos ellos hijos de familias que en los años de la posguerra crecían en un régimen de subsistencia. Estos estudios estaban amparados por la Ley de Bases de Enseñanza Media y Profesional (BOE de 17/07/1949) ley que menospreciaba la F.P. cuando contemplaba en su exposición de motivos tres grupos de estudiantes:
1º. Bachillerato elemental para alumnos que solo quieren obtener una formación general humana.
2º. Los que anhelan superar estudios especiales técnicos, para lo cual solo necesitan cursar primeros años del bachillerato universitario.
3º. Bachillerato Universitario, para los alumnos “mejor dotados intelectualmente”. Esta frase “mejor dotados intelectualmente” supone en gran medida el rechazo social durante décadas a la Formación Profesional, por considerar las familias estas enseñanzas como propias para alumnos de bajo nivel intelectual.
Por si fuera poco, al terminar los 4 cursos de F.P con cualquier calificación aprobatoria, no se obtenía un título académico homologable con el que se pudiera seguir estudiando, sino un diploma que acreditaba la especialización en un oficio o profesión.
En este contexto abre sus puertas la Institución Sindical de Formación Profesional, coloquialmente llamada “Escuela de Formación”, con un centenar de alumnos ávidos de instrucción y privados la mayoría, de los más elementales medios de supervivencia. Apenas hacía diez años que había acabado la guerra más infame de la historia de España y en el contexto de una Almería que había estado gobernada por el bando republicano hasta el final de la contienda. Eran alumnos procedentes de las capas más humildes de la sociedad, muchos huérfanos de guerra, niños de 13 o 14 años que habían sufrido la hambrienta postguerra en aquella provincia de “esparto y lagañas”.
La “Escuela” estaba dotada de un internado en el que se alojaban alumnos procedentes de todos los pueblos de la provincia y una cocina y comedor que alimentaba durante toda la semana a los internos, y de lunes a sábado a todos los alumnos con desayuno, almuerzo y merienda o cena, por lo que satisfacía el sustento del escolar, a la vez que ayudaba a cubrir las necesidades del resto de la familia. También había instalada una enfermería donde un médico, un practicante y
un enfermero asistían a los internos y curaban los posibles accidentes originados por el manejo de máquinas y herramientas un tanto peligrosas. Al ingresar en el Centro los alumnos tenían que pasar por el Departamento Psicotécnico, donde cumplimentaban unos test de inteligencia y manipulaban una serie de instrumentos para apreciar la destreza manual de cada sujeto, con lo que permitía a la Jefatura de Estudios derivar a cada escolar a la especialidad en la que serían más hábiles en función de sus capacidades.
Para cumplir con las necesidades de adiestramiento manual se contrataron los más aventajados y pragmáticos Maestros de Taller. En la Rama de la Madera, al frente de la cual se encontraba el Contramaestre D. Joaquín Bretones Pimentel, se cursaban las especialidades de Carpintería, Ebanistería, Talla, Torno y Modelos de Fundición, las cuales eran adiestradas por los correspondientes Maestros de Taller. En la Rama del Metal, cuyo Jefe de Talleres fue D. Miguel Cuadrado García, se cursaban los oficios de Forja, Fundición, Soldadura, Ajuste, Fresa y Torno, con un Maestro de
Taller especializado en cada una de las disciplinas.
Posteriormente se incorporaron las Ramas de Electricidad y Delineación. Para las clases teóricas se buscaron los mejores profesores de Matemáticas, Física, Química, Gramática, Literatura, Geografía e Historia. No menos importante era la educación Física y el estudio de la Religión Católica. Tengo que hacer mención a profesores como, D. Francisco Saiz Sanz, D. Francisco Guil Andrés D. Guillermo Verdejo Vivas, D. Pedro García Piñera, D. Mateo Seiker, D. Bartolomé Marín Fernández y otros muchos ya fallecidos, que elevaron el nivel de enseñanza e hicieron que el estudio de sus asignaturas fuera atractivo. Todos ellos bajo la Dirección de D. José Oliva Rivas y Jefatura de Estudios D. Gregorio Núñez Noguerol, magnífico profesor de geografía e historia.
En 1955 (BOE de 20/071955) se instaura una nueva Ley de Formación Profesional Industrial y se derogan los decretos de 1924 y 1928 y ley de 1949. Es entonces cuando se aprecia la magnitud con que esa nueva ley interviene en el desarrollo de la industrialización de España. El auge del entonces llamado Instituto Politécnico “Francisco Franco” de Almería (Escuela) se alcanza con esta Norma, que distingue un Preaprendizaje, para alumnos de 12/13 años para su acceso a los tres siguientes cursos de Oficialía Industrial, en los que se capacitaba al alumno para ejercer una profesión con un alto nivel de cualificación y Maestría Industrial que en dos cursos formaba a los educandos como mandos intermedios en las distintas áreas de la industria.
Es en este momento, cuando se propicia por el Ministerio de Educación y Ciencia una única oportunidad para aquellos que estudiaron con la ley de 1949, para dar validez a lo cursado y con la superación de una reválida, celebrada en Murcia, se obtuviera la titulación de Oficial Industrial en la especialidad practicada, con la que se podría acceder a los estudios de Maestría Industrial. Posteriormente, la posibilidad de convalidar estas enseñanzas con el bachillerato, hizo que muchísimos alumnos del Instituto siguieran estudiando otras carreras universitarias. Son innumerables los antiguos alumnos que obtuvieron posteriormente titulaciones de Ingeniería, Arquitectura, Derecho, Económicas e incluso Órdenes Sacerdotales. La Ley 14/1970 de 4 de agosto (E G B) modifica los estudios de F.P. de manera que establece: Formación Profesional de Primer Grado, para alumnos que hubiesen completado la EGB. Formación Profesional de Segundo Grado, para aquellos que hubieran aprobado el Bachillerato o el Primer Grado de F.P. Formación Profesional de Tercer Grado, para los que hubieran terminado el Primer Ciclo de una Facultad o Escuela Técnica y los alumnos de F.P. de Segundo Grado que hubieran seguido las enseñanzas complementarias correspondientes. Este tercer grado de F.P. creo que nunca se llegó a aplicar. Posteriormente, la LOGSE en 1990 vuelve a modificar los planes formativos de la F.P. estableciendo dos espacios singulares.
Una F.P. de base, impartida en la ESO Una segunda F.P. específica de Grado Medio y una tercera F.P. de Grado Superior, que incluye un conjunto de Ciclos Formativos con un periodo de inserción en el mundo laboral, y titulaciones de Técnico y Técnico Superior. Pasados los años el Instituto “la Escuela” se ha ido transformando y adaptando sus enseñanzas a las nuevas leyes, y con la transición de régimen se cambió el nombre de la Institución, procurando el equipo directivo a la sazón, que el nuevo apelativo no hiciera referencia a algún estamento político, por lo cual se fueron a la sierra y la denominaron Instituto Alhamilla.
Los profesores se fueron jubilando y llegaron otros más jóvenes muy bien formados técnica e intelectualmente, pero “La Escuela” por algún halo divino o esotérica razón, sigue conservando una empatía intrínseca entre profesores y alumnos favoreciendo la camaradería y hermandad del profesorado como si se tratase de una gran familia. Hasta el día de la fecha se formaron más de diez mil alumnos en este Centro y puedo asegurar por las referencias y conversaciones con ellos, sus familias y amigos, que sienten un hermoso recuerdo de su paso por la “Escuela o el Instituto”. Hombres y mujeres que percibieron que lo que estudiaban servía a sus inquietudes personales y que los profesores siempre, unos más que otros, se afanaron para inculcarles el valor del esfuerzo y la constancia con amabilidad y afecto.
Mientras tanto el edificio inicial, después de haberse mantenido durante 50 años perfectamente apto para la docencia, fue demolido y en su suelo se construyó la hermosa edificación que hoy se contempla. Ahora al cumplir los setenta años de su apertura, los que conocemos el Centro desde su construcción y hemos seguido manteniendo contacto con sus estructuras docentes, sabemos los miles de ciudadanos de honor han pasado por sus aulas y el admirable y riguroso profesorado que ha dejado su generosa y cualificada impronta en sus discípulos, es por ello que los antiguos alumnos agrupados en una asociación que lleva por nombre el Santo Patrón de la F.P. valoran y aman la “Escuela” que puso en ellos el deseo de progreso y semilla del discernimiento.