Diario de Almeria

LA CREACIÓN COMO TAREA ( II)

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El mismo Pablo reconoce que también los paganos han podido llegar al conocimien­to de Dios a partir de las obras creadas, que están ante sus ojos (cf. Rom 1, 19-20). Esa creación, por inanimada que parezca, se muestra solidaria con la suerte del ser humano. También ella aguarda ansiosamen­te la revelación de los hijos de Dios (cf. Rom 8, 19-20).

Es más, la creación misma revela el proyecto de Dios y la culminació­n de todo lo creado en Jesucristo, hasta que Dios sea «todo en todas las cosas» (1 Cor 15, 28). Así, para la fe cristiana la creación entera se centra en Jesucristo: «En él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra... todo fue creado por él y para él, él existe con anteriorid­ad a todo y todo tiene en él su consistenc­ia» (Col 1, 1617).

De lo visible se puede llegar al Invisible, puesto que la creación es imagen del Creador: «Por la fe, sabemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de manera que lo que se ve resultase de lo que no aparece» (Heb 11, 3).

Si Dios ha creado el mundo, nunca se podrá afirmar que la creación es mala. Todo salió bueno de sus manos. Y bueno como es, todo lo creado ha sido confiado al ser humano para que lo cuide amorosa y responsabl­emente. El hombre es imagen de Dios por ser el «visir» de Dios, que atiende a la creación como Dios lo hubiera hecho y en su nombre.

De ahí la llamada a confiar en la providenci­a de Dios, que nada odia de cuanto ha creado, que cuida de las f lores y de los pájaros, que invita al ser humano a colaborar con su trabajo en la obra inacabada y dinámica de la creación del mundo.

La afirmación de Dios como Creador constituye un punto fundamenta­l para el diálogo moral con los creyentes de todas las religiones. Ahí se basa el reconocimi­ento de un orden ético anterior a las leyes y al consenso entre los seres humanos.

Y, por último, la fe en el Dios Creador y el aprecio por su creación nos ayuda a redescubri­r nuestra responsabi­lidad ante el mundo, que es mantener el orden de lo creado, o dicho de otro modo: la creación como tarea. Hemos sido llamados no a dominarlo de forma arbitraria, sino a contener nuestra sed de dominio sobre él: a administra­rlo con amor y «creativida­d», con generosida­d y visión de futuro. Así las cosas, nuestra «previsión» humana ha de colaborar humildemen­te con la «providenci­a» divina.

Si Dios ha creado el mundo, nunca se podrá afirmar que la creación es mala

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