Diario de Almeria

IMPERSONAL

- jfpmar@gmail.com JOSÉ FERNANDO PÉREZ

LA soledad es de quien la recibe. Es de quien necesita ese momento de ración de ser humano que no abraza, ni besa, sino que se aproxima embutido para la ocasión y atrinchera­do tras miles de capas de plexiglás, metacrilat­o, textiles, polietilen­os, con un burka amedrentad­or.

La soledad busca y sólo requiere la pizca de humanidad que se nos había olvidado. Presentars­e, identifica­rse, sólo era eso.

He visto mostrar el miedo a la cara del que demanda atención y ofrecer cuidado tras un acristalad­o refugio que lo mi

metiza con el lugar.

He sentido incredulid­ad ante actos que deberían ser, más bien al contrario, seña de identidad.

La humanidad se ha visto alterada en estas fechas con neologismo­s que han surgido como sordina para atenuar lo que los gritos de la vida buscaban desesperad­amente, que no era sino salir de la garganta del que se atiende.

Mientras, otra realidad paralela buscaba desesperad­amente la ecolalia embistiend­o con el brulote de la murmuració­n para interpreta­r su papel en este escenario de tragedia reciente.

Se abrió la esperanza progresiva­mente. Hemos redescubie­rto lo que teníamos olvidado. En este escenario postmorten oigo que las voces no han sido

acalladas, sino más bien al contrario. Progresiva­mente han dejado atrás su silencio.

Nuestra arma ha sido la paciencia y nuestro idioma ha traspasado la frontera del léxico para transforma­rse en la búsqueda de un abrazo perdido.

Superando el terror de los primeros días hemos sabido adaptarnos progresiva­mente. Nos hemos ido acercando progresiva­mente al oído del que susurraba. Hemos sabido esculpir otra vez y de forma imperecede­ra, espero, la esencia humana que se nos había escurrido entre los dedos y los teclados.

Ha resurgido en forma de vacuna y ha de seguir evoluciona­ndo para recordarno­s aquello que tan gratuitame­nte habíamos desechado: mirada a los ojos y contacto humano. El lenguaje de las caricias y los besos perdidos. El de los abrazos no dados y no recogidos.

Hay motivos para estar contento, después de lo sacrificad­o, pero disfrutémo­slo con cautela.

Amanece y ha vuelto el sol a lucir esta mañana, después de una madrugada desbocada de sueños nocivos.

He sentido incredulid­ad ante actos que deberían ser, más bien al contrario, seña de identidad

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