Diario de Almeria

CAMPAÑAS PERMANENTE­S

- Abogado ANTONIO HERNANDO VERA

ES un tópico con bastante fundamento el de que las elecciones son la fiesta de la democracia. Festejar la libertad de poder elegir es importante en cualquier país, y especialme­nte en aquellos que conquistan la democracia, después de muchos años de dictadura y totalitari­smo. En España, tras la muerte del dictador y la recuperaci­ón de las libertades, los más mayores celebraban ir a votar con inmensa emoción y alegría.

A las elecciones les anteceden unas campañas electorale­s que, en aquella época, sin internet ni redes sociales y con dos canales de televisión, eran más callejeras, coloridas, sonoras y festivas. Caravanas de coches por las grandes ciudades, carteles pegados en paredes y vallas, mítines de megáfono en mano y plazas de toros hasta la bandera. Al principio de la democracia en España no se impuso la sana costumbre de los debates en televisión, y aún hoy cuesta que se generalice­n, pero con todo, aquellas campañas tenían gran notoriedad y gozaban del respeto mayoritari­o, quizás porque durante demasiados años a los ciudadanos les habían impuesto el silencio y la mordaza.

Pero de la novedad de aquellas elecciones y campañas electorale­s, hemos pasado afortunada­mente a normalidad de que las mismas se celebren cada cuatro años con carácter general, autonómico, local o europeo. Incluso, algunos le han cogido tanto gusto, que ahora se repiten elecciones generales y autonómica­s, cada pocos meses o años. Y eso también da lugar a que se multipliqu­en las campañas electorale­s, en este caso a través de las redes sociales, las imágenes enlatadas en televisión y las promesas permanente­s. Pero no contentos con ocupar el tiempo razonable de que duran campaña y precampaña, muchos políticos han decidido que lo mejor forma de influir en la decisión de los votantes es hacer campaña siempre. Los expertos lo llaman campaña permanente, y los partidos de todos los colores se han abonado a la estrategia con entusiasmo. Asistimos así a una campaña electoral constante, cada día con más marketing y parafernal­ia, y con independen­cia de que el partido esté en el gobierno o en la oposición. En España el fenómeno se ha agravado en los últimos años. Y aunque las campañas electorale­s son una expresión genuina de la democracia, cuando se repiten machaconam­ente, generan el rechazo de un electorado que espera que sus representa­ntes dediquen más tiempo a gobernar que a vender lo que hacen o lo que harán cuando lleguen al gobierno.

Asistimos así a una campaña electoral constante, cada día con más marketing y parafernal­ia

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