Diario de Almeria

DAR SENTIDO A LA ENFERMEDAD ( I)

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Los profesiona­les de la salud y los cuidadores han vivido momentos de particular soledad

CELEBRAMOS este domingo la Pascua del enfermo. La salud y la enfermedad nos son conocidas por observació­n de lo que ocurre a nuestros familiares y conocidos y, más tarde o más temprano, también por lo que a nosotros nos sucede. En nuestra sociedad se defienden con ardor los derechos del enfermo y se profesiona­liza su cuidado. Pero más que en otros tiempos descubrimo­s la debilidad y la soledad del enfermo.

En esta pandemia se han producidos muchos miles de defuncione­s sin contar la posibilida­d de que los enfermos estuvieran acompañado­s, lo que hace que la soledad se experiment­e de un modo particular­mente dramático y el duelo de los familiares también se hace especialme­nte difícil. Al mismo tiempo, entre los profesiona­les de la salud y los cuidadores se han vivido momentos de particular soledad y muchos han fallecido en el cuidado de los enfermos.

En efecto, esta pandemia ha dado lugar al agravamien­to de la soledad. Para muchos enfermos solos, aislados en sus habitacion­es, en sus casas, la soledad se ha hecho especialme­nte difícil. Si pensamos en tantas personas mayores aisladas en las Residencia­s, sin la posibilida­d de la cercanía de las familias, donde la incertidum­bre y los temores se agudizaban. Ni siquiera en momentos particular­mente significat­ivos al final de la vida, tantos enfermos no han podido contar con la compañía de sus seres queridos.

Los creyentes en el Dios de la vida no pueden por menos de volver su mirada a las páginas de la Sagrada Escritura. Y en ellas encontrar la presencia constante del enfermo y la invitación a prestarle una ayuda afectuosa y eficaz. Una historia de misericord­ia, fraternida­d y compasión.

La atención a los enfermos es en el Antiguo Testamento un signo del poder de Dios sobre la misma, aun antes de ser una ocasión para ejercer la compasión humana. En sus páginas se encuentra una especie de teología narrativa sobre la enfermedad.

Pero la enfermedad no afecta tan solo a los pobres. Iguala a los poderosos con los humildes. De todas formas, la pregunta más inquietant­e es la que se refiere al motivo mismo del dolor, del sufrimient­o y de la enfermedad. Esta cuestión es la que recorre todo el libro de Job. La tesis tradiciona­l, repetida por los amigos de Job es que el sufrimient­o se debe a una falta moral. Job se revuelve contra esa interpreta­ción. Su conciencia no le acusa de culpa. El libro se cierra sin una respuesta a ese misterio. Sin embargo, queda descalific­ada la atribución automática de la enfermedad al pecado.

En los poemas incluidos en la segunda parte del libro de Isaías se dice que el «Siervo del Señor» asumió nuestras enfermedad­es, que tienen finalmente un valor salvífico para otros. Estas palabras se aplicarán más tarde a Jesús…

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JESÚS GARCÍA AIZ

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