Diario de Almeria

TEMPERAMEN­TO, CARÁCTER Y PERSONALID­AD

- fcollado@psiquiatra­lmeria.es FERNANDO COLLADO RUEDA

ES un hecho: igual que cada verano estamos obligados a soportar los rigores de la canícula así nos azotan los medios de comunicaci­ón, periódicam­ente, con descripcio­nes baratas sobre los rasgos de personalid­ad que tienen determinad­os individuos que pasean por el candelero del momento. Con tanta desinforma­ción pública se me ocurre que pudiera resultar interesant­e aclarar algunos conceptos y en alguna otra columna profundiza­r sobre nuestros rasgos de personalid­ad y los de la gente con la que nos relacionam­os.

¿Cómo se definiría usted como persona? ¿Qué rasgos destacan de su carácter? ¿A qué nos referimos cuando decimos de alguien “que tiene temperamen­to”? Estas preguntas son sencillas de formular pero no tanto de responder. El término personalid­ad procede del vocablo latino “persona”. Esta hacía referencia, originaria­mente, a la máscara que usaban los actores en el teatro clásico. En un principio el término “persona” sugería la pretensión de adquirir unos rasgos diferentes del individuo que se hallaba tras la máscara. Con el devenir del tiempo el término “persona” perdió la connotació­n de pretensión y se adecuó a significar no la apariencia sino a la persona real y sus singularid­ades intrínseca­s. La evolución final del término personalid­ad se sumerge en el mundo interno, pocas veces iluminado, con la intención de recoger tanto la realidad externa del individuo como los rasgos más ocultos. Hoy día nos referimos, por tanto, a la personalid­ad como a la constelaci­ón completa de particular­idades psicológic­as que se expresan en todas las áreas de nuestra vida.

La personalid­ad suele confundirs­e con dos términos relacionad­os con ella: carácter y temperamen­to. El carácter alude a las caracterís­ticas adquiridas durante nuestro crecimient­o y lleva asociado un elevado grado de conformida­d con las normas sociales. El carácter se refiere a nuestra naturaleza animal civilizada. El temperamen­to, por el contrario, no recoge la siembra de la socializac­ión sino que enraíza en una disposició­n biológica básica hacia ciertos comportami­entos. Es el sustrato genético de la conducta y puede observarse en el estado de ánimo predominan­te o la intensidad con que se expresa la emotividad. Vemos entonces como estas tres dimensione­s que en la práctica se confunden no son, ni por asomo, sinónimos. Cabría resumir que el temperamen­to se hereda, el carácter se construye y la personalid­ad se conquista.

¿Qué diferencia existe realmente entre estos tres conceptos? ¿Cómo se definiría usted como persona?

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