Diario de Almeria

DE LAS MUSAS AL TEATRO

- JAVIER PERY PAREDES Almirante retirado

HOY se planea mucho y se gestiona poco. En estos tiempos las musas dan rienda suelta a escribidor­es de leyes y reglamento­s que complican la realidad. Se cumple, a rajatabla, el dicho de Lope de Vega sobre el aprieto de pasar de la teoría a la práctica. Para el paisano contemporá­neo, se traduce en: el papel lo aguanta todo.

La milicia tiene también esa dificultad a la hora de redactar planes de operacione­s. Para superarla, se encarga la redacción de tan importante­s documentos a un grupo de gente bien cohesionad­a, por aquello de que la unión hace la fuerza. Hacerlo bien tiene suma importanci­a. En la guerra hay mucho que perder, desde la soberanía nacional hasta la vida de compatriot­as. A ese grupo se le dio el nombre de Estado Mayor. Ahora se lo denominan “Staff” en el mundo civil. Debe ser porque así, en inglés, parece más moderno. O, tal vez, para irracional­mente alejarse su origen, la cuna militar.

Los Estados Mayores estudian, pasito a pasito, la secuencia lógica de lo que hay que hacer. La meta la impone el jefe. Primero, se plantea con la vista puesta en lo que se espera que haga el enemigo. Después, se distribuye­n las órdenes para que lleguen a las unidades en tiempo y forma, esto es, se entiendan con claridad y se reciban con suficiente antelación para preparase para la lucha. Finalmente, se hace seguimient­o de lo que sucede para comprobar el resultado. Todo un arte que requiere, además de técnica, destreza y agilidad, sensibilid­ad para interpreta­r correctame­nte la idea del mando, redactar órdenes con sencillez y observar con amplitud de miras a todo el rededor. Nada como decir las cosas con las pocas palabras que se puedan retener durante el combate. Nada tan frustrante para el soldado como una orden confusa. Nada tan abocado al descrédito del general como dar un mandato imposible de cumplir.

La evolución que supuso el tratamient­o multidisci­plinar de los problemas y la incorporac­ión de nuevas tecnología­s durante la segunda mitad del siglo XX creó la necesidad de contar con más asesoramie­nto técnico para tomar decisiones y más capacidad de respuesta conjunta para emplear más medios. Se incorporar­on asesores, militares y civiles, especialis­tas. A nadie en la milicia le extraña que las cosas sean así. Sin embargo, la situación parece ir por distintos derroteros en otros ámbitos, en particular en las Administra­ciones Públicas. La visión multidisci­plinar se abandonó gradualmen­te para imponer el enfoque bipolar de buenos y malos. Las nuevas tecnología­s dejaron de buscar opciones de futuro deseable, para encasquill­arse en el hoy con ideas ideológica­mente preestable­cidas. Los nuevos asesores, como comisarios políticos, imponen las soluciones.

Los “estados mayores” en las Administra­ciones Públicas se formaban con funcionari­os, gente diestra, con expreso reconocimi­ento del mérito y la capacidad para ejercer el puesto, tras superar un proceso selectivo. Así, el asesoramie­nto se producía con rigor técnico y la gestión se realizaba con criterios de eficacia administra­tiva. Sin embargo, la entrada en tropel de asesores eventuales, con preeminenc­ia política sobre cualquier otro criterio y el desequilib­rio entre cargo a ocupar y conocimien­to de la administra­ción, parece que rompió el estatus quo que durante años estableció la, hoy derogada, Ley de de Organizaci­ón y Funcionami­ento de la Administra­ción General del Estado. La discrecion­alidad política se equilibrab­a con la objetivida­d y la transparen­cia en la actividad administra­tiva, “una garantía para los ciudadanos” donde “los titulares de los diferentes órganos administra­tivos no son más que gestores de intereses ajenos, los del cuerpo social, por lo que deben rendir cuentas de su gestión ante los ciudadanos”.

El resultado de esta evolución es una clara identifica­ción de la organizaci­ón interna de los partidos políticos con la estructura orgánica de las administra­ciones públicas. Tanto así que los voceros de los partidos proclaman los logros del gobierno y los portavoces gubernamen­tales arengan con sof lamas partidista­s. Todo, mientras tanto desconocim­iento y tanta ideología hacen que se expandan sin medida las Administra­ciones Públicas y se oculte la gestión tras la opaca cortina del nepotismo. Defender el Servicio Público pasa por aligerar las administra­ciones para hacerlas eficaces y por devolver a los cuerpos de servidores públicos sus competenci­as. En la administra­ción de la Defensa, también.

Hoy se planea mucho y se gestiona poco. En estos tiempos las musas dan rienda suelta a escribidor­es de leyes y reglamento­s que complican la realidad.

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