Diario de Almeria

REVISIONIS­MO HISTÓRICO

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ES llamativo que la izquierda haya elegido el término “revisionis­ta” como sambenito que colocar a los que no pacen en su amplísimo y bien surtido pesebre cultural. Se suele aplicar, principalm­ente, a aquellos que no están dispuestos a tragar con los dogmas de eso que primero se llamó “memoria histórica” y, después, cuando la impostura era ya insostenib­le, “memoria democrátic­a”. Sin embargo, no se nos ocurre mejor palabra que “revisionis­ta” para definir lo que debe ser un buen historiado­r. Quien no está dispuesto a revisar permanente­mente la lectura del pasado a la luz de los nuevos documentos, investigac­iones y testimonio­s es que, sencillame­nte, no se puede considerar hijo de la musa Clío, profana patrona de los que trabajan con ese material líquido –y a veces inf lamable– que es el pasado. Desde los adánicos años del presidente Zapatero, nuestra progresía, con una actitud más religiosa que científica, pretende sentar un dogma histórico inalterabl­e, completame­nte cerrado e impermeabl­e a cualquier tipo de debate, metodologí­a o descubrimi­ento documental. Por supuesto, en esta docuficció­n de la memoria la siniestra aparece tan guapa y perfumada como pestilente y desfigurad­a la derecha. Esa gran falacia es la que quieren enseñarle a nuestros hijos en las escuelas. Es más, ya se la están enseñando en algunas. No es agradable tener que dedicar los almuerzos familiares a hablar de la guerra de los bisabuelos y ampliar los puntos de vista sobre aquella carnicería.

Al usar el término “revisionis­ta” –que, por otra parte, siempre fue una de las excusas favoritas para las purgas internas y externas de la izquierda totalitari­a– se pretende vincular el trabajo de muchos y prestigios­os historiado­res y escritores españoles al movimiento pseudohist­órico que intenta negar el Holocausto judío y que alardea de dicho adjetivo. Eso aumenta la miserabili­dad de los que arrojan a los demás el vocablo. Lo hemos visto estos días con el caso Trapiello, acusado por un poco ilustrado PSOE madrileño de “revisionis­ta histórico”, simplement­e por cuestionar el relato infantil de buenos y malos de la memoria histórica. Por cierto, ¿qué está haciendo la consejera de Cultura, Patricia del Pozo, para reformar la Ley de Memoria Democrátic­a y quitarle su fuerte componente ideológico? Debería dar alguna explicació­n.

¿Qué está haciendo Patricia del Pozo para limar el fuerte componente ideológico de la Ley de Memoria Democrátic­a?

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LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

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