Diario de Almeria

Dos fincas y un mismo destino: la cerveza

Le empresa que quiere comprar Cantora desea levantar allí un complejo hostelero La familia real británica crea su propia birra

- DIEGO J. GENIZ

Amí ya, a estas alturas de la película, me sorprenden pocas cosas. Esto es, que escasas circunstan­cias provocan la sensación de dejarme ojiplático. Ni siquiera el tercer género introducid­o por la corriente morada que hace terminar en “e” cualquier término que se preste al doble género. Allá cada cual con complicars­e el lenguaje, que ya resulta difícil su buen uso hasta en las más altas instancias. Será por ello que en algunos asuntos de rabiosa actualidad siempre me produce más efecto lo que va más allá del titular escrito a groso modo y a golpe de clic. Ustedes se preguntará­n a qué viene esta reflexión con la que comienzo la tabarra que les proporcion­o cada semana desde estas líneas. Pues viene después de tener constancia de en qué puede acabar convertido el kilómetro cero del chismorreo patrio: Cantora.

La revista Diez Minutos lleva esta semana a su portada que Kiko Rivera ( Paquirrín en los felices 80) quiere vender la parte de la mítica finca (un 47% de la misma) a una empresa especializ­ada en rentabiliz­ar propiedade­s legadas mediante herencias, como es el caso de las tierras de Medina Sidonia. La noticia ha levantado su buena polvareda, en tanto que supone un claro aviso a su madre, propietari­a mayoritari­a de Cantora, sobre la que pesa una importante losa financiera. Pero más allá de los enredos familiares (incluido el drástico adelgazami­ento de la cantante, quien asegura habérsele “cerrado el estómago”), lo que más ha llamado la atención de éste que les escribe es el proyecto que la referida empresa quiere levantar en estos términos gaditanos: un complejo hostelero. O dicho en un lenguaje políticame­nte incorrecto: bares, bares y más bares.

No sé si le ocurrirá como a mí, pero es escuchar lo del complejo hostelero y se me viene a la mente aquel famoso anuncio de décadas pasadas (cuando vivíamos creyéndono­s el cuento de la sociedad del bienestar) en el que nos hablaban de Marina d’Or, la soñada ciudad de vacaciones. Pues a un tanto igual me suenan las intencione­s de los que han mostrado interés con hacerse con la parte del hijo de la tonadiller­a. Y yo ya me veo los autobuses repletos de dominguero­s (si la vieja normalidad se recupera algún día) llegando a esa verja que una noche de invierno saltó Isa P (o lo que es lo mismo, Chabelita) para hablar con su madre. Y luego, ir en búsqueda de la cerveza y de la oferta más económica para saciar el estómago. Sin olvidar la visita al museo que los nuevos propietari­os quieren habilitar en recuerdo del torero de Barbate y de la cantante de Triana.

En definitiva, un parque temático en mitad de la nada para que siempre recordemos la finca que ha sido testigo de tantas noticias que han llenado horas de televisión y páginas del papel cuché. Donde Maribel (para los amigos) pronunció aquella frase que pide mármol: “¡No me vas a grabar más!”. Y es que yo ya estoy imaginando una placa cerámica recibiendo a los centenares de visitantes con tal enunciado en la verja donde rara es la vez que no hay cámaras de televisión apostados. Por supuesto, espero que tal recorrido incluya también una parada en el cuarto oscuro donde Kiko descubrió las pertenenci­as de su padre que sus hermanos (los hijos de Carmina Ordóñez) llevan décadas reclamando y de las que, por ahora, la Pantoja dice que no se desprende de nada.

Puestos a emprender (palabra fagocitada por los políticos), prefiero quedarme con la iniciativa puesta en marcha por la Reina Isabel II, que ha decidido sacar al mercado –en memoria de su difunto marido– una línea de cervezas, ya que el duque de Edimburgo era muy aficionado al zumo de cebada. Recordemos que a la familia real británica, al contrario de lo que ocurre con la española, le está permitido regentar negocios propios y la monarca británica ha tenido a bien poner a la venta esta bebida que lleva el nombre de la finca real Sandringha­m, donde se cultiva la cebada con la que se fabrica, que es totalmente ecológica, algo de lo que está muy conciencia­do el Príncipe de Gales, quien ya en su día lanzó una ginebra (elixir preferido en los Windsor) orgánica. Por cierto, que también ha trascendid­o que Carlos de Inglaterra es muy defensor del reciclaje y la sostenibil­idad, de ahí que lleve 35 años usando el mismo abrigo. Eso es sacar el máximo rédito a una prenda, testigo, a ras de piel (que diría un cursi), de toda una época: desde Diana de Gales al Brexit.

La cerveza cuesta 3,99 libras esterlinas y en su envoltorio aparecen liebres y faisanes, animales propios de Sandringha­m. Algo que también podrían hacer los del complejo hostelero en Cantora con la fauna que allí habita... Mejor vayamos acabando. No hay envase para tanto.

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D. S. Isabel Pantoja participa como jurado en un programa de televisión.
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REUTERS La Reina Isabel II en la apertura de Parlamento británico.
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