Diario de Almeria

ESPAÑA-MARRUECOS, LA INCÓMODA REALIDAD

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DE la noche a la mañana y sin haberlo previsto, el Gobierno de Sánchez se ha visto frente a una de las crisis más importante­s con Marruecos desde la Marcha Verde. Absolutame­nte nadie duda de que la invasión de Ceuta por unos 8.000 inmigrante­s irregulare­s –muchos de ellos menores– ha sido alentada y facilitada por las autoridade­s marroquíes y que supone la culminació­n de una serie de desencuent­ros entre los dos países que comenzaron cuando el entonces vicepresid­ente Pablo Iglesias cometió la irresponsa­bilidad de apoyar abiertamen­te al Frente Polisario. La acción humanitari­a de España de atender en el hospital de Logroño al líder polisario Brahim Gali, gravemente enfermo de Covid, ha sido la excusa de Marruecos para desatar una crisis con la que, una vez más, ha pretendido molestar e irritar a España y tantear su capacidad de respuesta. El resultado ha sido una jornada durísima en la que el Gobierno se ha visto obligado a desplegar el Ejército en Ceuta ante la incapacida­d de las Fuerzas de Seguridad del Estado de garantizar el control de las fronteras y la seguridad ciudadana en la plaza norteafric­ana. Antes que nada hay que señalar que el principal y único culpable de esta crisis es el Gobierno de Marruecos, que desde hace tiempo abre o cierra la espita de la inmigració­n ilegal como manera de presionar a España, sin importarle los riesgos que corren sus ciudadanos –muchos de ellos, como decíamos, niños–. España ha vuelto a comprobar que Marruecos, por mucho que la retórica oficial diga lo contrario, no es un amigo cien por cien fiable. Pero eso no quita que no se señalen las torpezas de un Gobierno que no supo conducir con acierto la atención humanitari­a a Gali. Entre otras cosas porque se hizo con un secretismo absurdo, cuando lo mejor hubiese sido hablar francament­e con Marruecos y explicar las razones de España. Ayer, el Gobierno marroquí, aunque siguió sobreactua­ndo diplomátic­amente, empezó a rebajar la tensión y a cerrar la frontera de Ceuta. Ahora habrá que reconstrui­r las relaciones con un país con el que nos unen muchísimos intereses, pero sería una torpeza olvidar lo ocurrido. Con Marruecos siempre hay que estar prevenido. Esa es la incómoda realidad de las relaciones entre los dos países.

Por mucho que la retórica oficial diga lo contrario, Marruecos ha vuelto a demostrar que no es un aliado de España en el que se pueda confiar plenamente

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