Resiliencia
No hay día que no sintonice una emisora de radio o vea en la televisión algún informativo o debate político –partidario, más bien– en el que no oiga este término, resiliencia. Los políticos, que gustan mucho de expresiones novedosas e inextricables para la ciudadanía, casi han convertido esa palabra en su término fetiche. Recientemente tuvimos conocimiento que el Gobierno español tenía que enviar a la Comisión Europea un documento justificativo –o algo así– que contuviera las líneas maestras del destino que habrá de otorgarse a los fondos europeos, nada menos que 140.000 millones de euros asignados a España para afrontar las inversiones y reformas necesarias para salir de la crisis provocada por la pandemia del Covid-19. Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, así se llama el documento enviado a Bruselas.
Me acuso –no podía ser de otra manera, tengo 18 años– de no haber leído el documento, pero sí que, por curiosidad, he mirado en mi ordenador el PDF del documento, y he podido comprobar que el término resiliencia aparece repetido más de 150 veces. Y confieso que la curiosidad me ha podido y, tras preguntar a mi padre sobre el significado de esa palabra y –lo siento, papá– no convenciéndome demasiado su respuesta, acudo a la RAE, donde encuentro dos definiciones o acepciones de la palabra: 1. Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos, y 2. Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había sido sometido.
Y me pregunto: ¿tendrá la ciudadanía la suficiente resiliencia frente a la dirigencia actual? Aurelio Linares (correo electrónico)