EL VIRUS QUE NUNCA FUE
BASTA darse una vuelta por el Paseo marítimo para comprobar que la normalidad ha vuelto. La gente chapotea feliz en el agua o juega en la arena, alegre y confiada. Se diría que la pesadilla del virus finalizó. Lo único que no queda claro es cuándo terminó lo de la pandemia: ¿fue hace meses o quizás hace años?
Sin duda, los seres humanos cambiamos como el viento. Dos telediarios nos llenaron de temor. Dos telediarios sobre el ritmo de vacunaciones bastan para que todo quede depositado en el olvido. Forma parte de la naturaleza humana mirar a otro lado, no ref lexionar sobre lo que nos inquieta. Por eso resulta una sabia estrategia dejar a los enfermos en recintos alejados, evitar que mueran en casa. Nuestro objetivo como especie consiste solo en reproducirnos. Igual que el virus. Amor, juventud o alegría son simples palabras que recubren ese mandato. Es verdad que con frecuencia complicamos las cosas. Pero cualquier desgracia reafirma esta idea. La peste, una guerra o la pandemia sirven, al final, para potenciar en los que sobreviven el ansia por mantener viva la especie.
En realidad, lo del virus ha sido una purga eficaz, selectiva: ataca a los mayores, aligera las cuentas de las pensiones y fortalece al poder. Nada que ver con las guerras del pasado, con el sacrificio cruento de los jóvenes. Si no ha salido de un laboratorio, casi sería una pena. Creceremos pronto el 6%, nos dicen con alborozo. Y un mantra se repite sin cesar: son muchos más los beneficios que riesgos. Desde lo del muerto al hoyo, no oíamos, por cierto, una frase tan cínica como afortunada, ni tan jaleada por la izquierda y la derecha.
Vemos a los jóvenes felices en la playa y no podemos juzgarlos con severidad. Ellos solo son la punta de lanza de la especie. Con el verano retozan bajo el sol o posan infatigables ante el móvil. Al fin y al cabo, actúan y viven en su mundo como los políticos. No están vacunados los de 60 y se nos anuncia ya que les va a tocar a los de 40. La pandemia es algo del pasado. Quizás nunca existió. Las nuevas cepas ni están ni se las espera. Ahora toca disfrutar: ver la Eurocopa y recibir turistas. Lo ocurrido estos meses servirá solo para alimentar la diversión. Europa paga la ronda. Saldrán alguna novela, varias series. Y dentro de poco resultarán tan aburridas como hablar de la guerra de Cuba. ¿Quién pierde el tiempo mirando las hojas caídas?
Forma parte de la naturaleza humana no reflexionar sobre lo que nos inquieta