POLITIZACIÓN
UNA de los atributos del Estado democrático es que poder judicial sea independiente, sometido exclusivamente al orden jurídico. Esto es una obviedad, pero conviene desarrollarlo un poco. Se cree, a menudo, que un poder judicial independiente equivale a un Consejo General del Poder Judicial ajeno a la mal llamada “clase política”; es decir, “despolitizado”. No comparto esta tesis.
El PP ha decidido imponer una nueva condición a la imprescindible (y constitucional) renovación del Consejo. Su presidente considera que solo un acuerdo que devuelva a las y los miembros de la carrera judicial el derecho a elegir a los doce vocales judiciales es aceptable en términos de homologación con las demás democracias. Se trata de una muy reciente inspiración del Dios Liberal en el alma de los conservadores españoles, que, hasta hace muy poco, nunca habían pretendido tal cosa. De hecho, es desde hace unas horas que esto constituye una exigencia sine qua non. Pero la pregunta que deberíamos hacernos, más allá de las dudas razonables sobre las intenciones de de la opo
El PP ha decidido imponer una nueva condición a la imprescindible (y constitucional) renovación del Consejo.
sición, es si una reforma de esa naturaleza constituye un avance y, en todo caso, si garantiza el avance necesario.
Las personas que ejercemos el oficio de juzgar, por desgracia, carecemos de más criterios de discernimiento político que el resto de la ciudadanía, aunque no de menos condicionamientos ideológicos. Nos entrenaron para limitar la influencia de nuestro temperamento en la aplicación de Derecho al caso concreto, es cierto; pero, a la vista está que ello no es así ni por asomo cuando nos expresamos en el debate público. Esta columna es muestra de ello. La prudencia en la expresión de nuestras ideas no excluye que las tengamos. ¿Por qué, entonces, se asume que una corporación de cinco mil almas -más o menos- haya de decidir sobre los componentes de un órgano constitucional cuyas decisiones afectan a todos?
Probablemente, si ello llega a ser así, el Órgano que gobierna la Administración de Justicia será aún más extraño a su sociedad; la disociación entre ustedes y nosotros será más aguda. Ello solo puede atender un temor inconsciente, reprimido pero real, al concepto de lo político. No comparto el rechazo a la politización de los órganos constitucionales; aspiro, por contra, a que la política vuelva a teñirse de aquellos valores republicanos que la acompañaron en las mejores épocas. Si los responsables públicos llegamos a entender esto, no hará falta tanta reforma.