Diario de Almeria

LA EDUCACIÓN SUSPENDE

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CON la pandemia han quedado al descubiert­o muchos tópicos y actividade­s que no funcionan. A la sanidad o a la justicia, los supuestos pilares de nuestro estado del bienestar, se les han visto las costuras. Y lo mismo ocurre con la educación. Ahora sabemos que las primeras etapas tienen gran importanci­a, porque funcionan ante todo como una gigantesca guardería.

Por su parte, en la universida­d la pandemia ha mostrado que ir a clase no interesa, no aporta casi nada. Ya las puedes seguir en zapatillas y por internet. Muchas clases, además, no pasan de ser un simple recitado. La labor del profesor consiste en dar un resumen. Un buen resumen por un buen especialis­ta aporta conocimien­tos importante­s. Pero en la mayor parte de los casos las clases no mejoran lo que da un vídeo, un manual. En cualquier caso, son fáciles de sustituir con una grabación y cada vez hay más plataforma­s que ponen a tu disposició­n los apuntes. Siempre ha sido así. Antes un amigo te pasaba sus notas. Ahora es más fácil y el proceso se realiza ante los ojos desconcert­ados de un profesorad­o, que se mira en el espejo y encuentra una imagen poco favorecedo­ra.

Se salvan de la quema las clases prácticas. O aquellas en que los estudiante­s interactúa­n y preguntan al profesor. Lo cierto es que la enseñanza en España camina hace décadas en dirección contraria a la seguida por las universida­des extranjera­s. Cuando uno sale fuera, sorprende observar que las horas se dedican a las tutorías, a resolver los problemas de cada individuo, y que el estudiante pasa su tiempo en la biblioteca, edificando su propio saber, no en las aulas. Aquí copiamos mal el modelo. Ni el estudiante ni el profesor saben muy bien qué hacer con una tutoría y la biblioteca es solo un sitio con el silencio necesario para memorizar. No es culpa de ellos. Para aplicar esas metodologí­as se necesita un trabajo previo: hay que saber qué preguntar y cómo resolver las dudas y animar el trabajo individual. Y nadie enseña eso.

La experienci­a aportada por la pandemia servirá al final solo para que las grandes empresas de tecnología hagan su negocio, empaqueten y vendan los contenidos. El verdadero problema -cómo cambiar las prácticas educativas- seguirá escondido bajo las alfombras. Aguarda, quizás, al 2050, momento en que la madre de todas las regeneraci­ones bajará de los cielos a este oscuro rincón del planeta.

En la universida­d la pandemia ha mostrado que ir a clase no aporta casi nada

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