CHANTAJE
NOseré yo quien reste gravedad al suceso ocurrido en nuestras fronteras de Ceuta y Melilla con el país vecino. De hecho, diré que constituye un grave atentado contra nuestra integridad territorial y un desafío a nuestro modelo de estado.
Este no es un tema reciente, sino que se viene cocinando desde hace ya muchos años sin que gobiernos de distinto signo político muestren firmeza frente a actuaciones que han sobrepasado muchas veces las relaciones de confianza y buena vecindad y que han obedecido a deseos de un sátrapa que vive a todo trapo como rey en una dictadura que reprime los derechos y libertades de su pueblo. Sin duda constituye una seria amenaza para nuestro país.
La única manera de hacerle frente es endureciendo nuestra postura frente a las exigencias continuadas de Marruecos y ello solo es posible por una vía: el refuerzo de las medidas de contención en la frontera a través del aumento de dispositivos de vigilancia, la modernización de equipos, el incremento de efectivos de policía y guardia civil y el establecimiento de medios disuasorios más eficaces. No debemos acomodarnos a pagar el peaje que demande el monarca a cada momento porque ello nos aboca al chantaje y al sometimiento permanente. Por suerte en este caso, y en muchos otros, podemos contar con el respaldo de nuestros socios comunitarios; socios que esperemos que no claudiquen en su posicionamiento por presiones de nuestro otro vecino del norte con no pocos lazos e intereses económicos con Mohammed VI.
Tenemos, y hemos de reconocerlo puesto que lo contrario es una irresponsabilidad, una crisis humanitaria con la inmigración ilegal. Una inmigración que genera terribles imágenes que provocan sentimientos de tristeza y de impotencia por las desgarradoras consecuencias que observamos: niños ahogados, hombres exhaustos, mujeres embarazadas y cadáveres que se recogen en el mar… Desde nuestra posición privilegiada no podemos llegar a sentirnos como aquel que sueña con un futuro mejor. Por supuesto también genera un problema económico de grandes proporciones en un país ya inmerso en una crisis global sin precedentes provocada por la Covid. Recordemos que muchos negocios van a cerrar la persiana y que no habrá trabajo para aquel que venga buscándolo, por no hablar de que cada año observamos cómo el número de inmigrantes ilegales aumenta y se ven obligados a mendigar, a trabajar para organizaciones criminales en condiciones de semi esclavitud o a cometer actos delictivos, con el coste que genera para las diversas administraciones en nuestro sistema ya sobredimensionado: tributaria, de justicia, en los cuerpos y fuerzas de seguridad, etc.
Esta situación sólo beneficia a las mafias y al sátrapa. A todos ellos les reporta pingües beneficios. Sólo por aquellos que se juegan la vida deberíamos hacer un esfuerzo mayor en reforzar la vía de entrada, haciendo notar que sólo procederá la estancia en nuestro país por el cauce legalmente previsto y que, de lo contrario, se procederá a su inmediata expulsión. Estamos obligados a no crear falsas esperanzas.
La única forma de hacerle frente es endureciendo nuestra postura ante Marruecos