Diario de Almeria

LA AGRESIVIDA­D DIPLOMÁTIC­A DE MARRUECOS

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Amedida que pasan los días parece cada vez más claro que el Gobierno de Marruecos, con su monarca Mohamed VI al frente, está dispuesto a tensar al máximo la crisis diplomátic­a provocada por la hospitaliz­ación en España del líder polisario Brahim Gali y el posterior intento de desestabil­ización de Ceuta con oleadas de inmigrante­s irregulare­s marroquíes y subsaharia­nos, claramente instigadas por las autoridade­s alauitas. Como ya hemos apuntado en alguna otra ocasión, el Gobierno de España no acertó al acoger al líder saharaui (que tiene, además, una causa abierta en la Audiencia Nacional por genocidio) sin notificárs­elo a Marruecos. Esta acción de España, que el Ejecutivo ha intentado vender como una acción humanitari­a, podría haber justificad­o una medida como la retirada de la embajadora del país magrebí o cualquier otra de las medidas que el mundo diplomátic­o tiene establecid­as para canalizar las tensiones entre los países, pero ni muchos menos la vulneració­n fragante del derecho internacio­nal, como se vio en la frontera Ceuta. Marruecos, una vez más, está demostrand­o una agresivida­d fuera de toda medida y un oportunism­o que acaba con toda la habitual retórica de la amistad hispano-marroquí. La cuestión de Brahim Gali parece cada vez más una mera excusa para poner sobre el tapete la cuestión del Sáhara Occidental cuando España vive unos momentos de crisis interna debido, principalm­ente, a la crisis catalana y económica- sanitaria. Es una forma habitual de actuar de Marruecos, como se vio en conflictos como la Marcha Verde. El reino alauita sabe mejor que nadie que España, en la cuestión del Sáhara, está actuando según una resolución de las Naciones Unidas, pero también es conocedor que la actual situación de España la pone en una situación de debilidad. Con problemas como la crisis económica provocada por el Covid o la cuestión catalana sin visos de una solución en el corto plazo, el Sáhara vuelve a ser un problema sumamente incómodo para nuestro país. La tentación de buscarle una salida rápida y fácil siempre estará ahí. Sánchez debe evitarla. Ante el chantaje no cabe más actuación que la firmeza.

Marruecos, una vez más, está demostrand­o una agresivida­d fuera de toda medida que acaba con la habitual retórica de la amistad hispano-marroquí

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