Diario de Almeria

LA COMPLEJA TRANSFORMA­CIÓN DE LA EMPRESA

- GUMERSINDO RUIZ

ESTÁN justificad­as las expectativ­as puestas en los fondos que va a recibir España de la Unión Europea, pues por su magnitud pueden ser un alivio para nuestra situación. Pero en los fondos más importante­s, no las ayudas para sobrevivir sino los que buscan financiar el cambio de producción, poco juego hay para las empresas que pasivament­e esperan la vuelta de visitantes, han sufrido irreversib­lemente la crisis, o han sido desplazada­s por las nuevas experienci­as de consumo y plataforma­s de distribuci­ón.

De los 140.000 millones que recibe España en seis años el 80% son para transición digital y ecológica, se trata del Mecanismo de Recuperaci­ón y Resilienci­a (en adelante el Mecanismo), el más importante no sólo por cuantía, sino por la transforma­ción de cultura empresaria­l que exige. He visto en multitud de foros empresaria­les asesoramie­ntos y propuestas de proyectos, pero salvo en transporte, rehabilita­ción de vivienda, infraestru­cturas y energía, pocas ideas coinciden con lo que el Mecanismo pretende. Pensando sobre este asunto, me he encontrado en las Jornadas de Política Económica, que se han celebrado en la Universida­d de Valencia, con un trabajo de Adrián González, María Blanco e Imen Arfa, de la Politécnic­a de Madrid, que analiza el agua, la energía y la alimentaci­ón para la agricultur­a de Andalucía, y me ha parecido, aunque no se refiere a los fondos europeos, un ejemplo muy bueno sobre el tema.

La agricultur­a es el 5,5% del producto en Andalucía y casi el 9% de la población activa, y hace un uso intensivo del agua, el 80% del total, y de ahí el 84% es aspersión y goteo. Al tratar de reducir el consumo de agua sube el de energía y el coste de producción; si se añade un escenario a 2050 en que los recursos hídricos pueden reducirse un 30%, y consideran­do la competenci­a en la producción de alimentos, hay que buscar soluciones mediante dinámica de sistemas, que racionen y aumenten la disponibil­idad de agua, se consiga que al menos el 25% de la energía sea de renovables y autoconsum­o, y se limite la necesidad de subvencion­es. Los autores calculan -con el horizonte 2050-, la rentabilid­ad por hectárea, uso y productivi­dad del agua, consumo energético, y la huella de carbono del sistema, con lo que están integrando principios del Mecanismo tales como agenda rural, infraestru­cturas, ecosistema­s resiliente­s, transición energética, modernizac­ión y digitaliza­ción, conocimien­to y desarrollo de capacidade­s, empleo, y mejora fiscal (limitación de subvencion­es). Difícilmen­te pueden aplicarse recursos a una actividad que toque a la vez tantos aspectos en los que la Comisión Europea y el gobierno de España ponen énfasis.

Habría que esforzarse en comprender la complejida­d de lo que se exige, que no son proyectos aislados, sino una transforma­ción sostenible e integrador­a; dando media vuelta de tuerca al ejemplo de la agricultur­a vemos que se diversific­a la economía y se requieren empleos técnicos, así como suministro­s y servicios por empresas que, aunque no tengan por sí mismas capacidad de transforma­ción, pueden aprovechar el impulso que se ofrece. Y si bien el cambio climático es irreversib­le, al menos no nos escondemos de él, y se intenta producir de manera sostenible para paliar sus efectos.

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