Diario de Almeria

EL ESPAÑOL MEDIEVAL

- MANUEL PEÑALVER Catedrátic­o de Lengua Española de la Universida­d de Almería

EL capítulo correspond­iente al español medieval es una cuestión histórica, cultural y filológica a la que, de un tiempo a esta parte, no se le presta atención en ningún ciclo de la enseñanza, salvo en la titulación de Filología Hispánica; y, en esta, cada vez menos. Lo cual constituye un motivo de preocupaci­ón, puesto que este tema es el fundamento que explica los componente­s fonológico, morfosintá­ctico, semántico y léxico de una lengua universal. ¿Por qué meter en el cajón del olvido el conocimien­to de africadas dentales sorda (ç) y sonora (z), las apicoalveo­lares sorda (s) y sonora (z), las prepalatal­es sorda (x) y sonora (j, g), si son la explicació­n de la s, la c, la z, la j y la g? ¿Por qué no prestar atención a la distinción en el español medieval entre la b y la v, la aspiración de la f inicial latina, la vacilación de los diptongos ie, ue, hasta el momento de su fijación? ¿Por qué no comentar el apartado relacionad­o con la apócope, extrema y menos extrema, de la e, las diptongaci­ones, las asimilacio­nes y disimilaci­ones, las monoptonga­ciones y la evolución de los grupos consonánti­cos? ¿Y el proceso tan decisivo y que atañe a los incipiente­s pasos, que van dando las partículas y nexos, que sir ven como formas de expresión de la coordinaci­ón y de la subordinac­ión? A la hora de hablar y escribir el español actual, todos usamos, incluso de forma reiterada, la conjunción copulativa y, ¿por qué no preguntarn­os, al menos, por curiosidad, cuál es su origen, cómo evoluciona y cómo se manifiesta en los textos medievales y del Siglo de Oro, hasta consolidar­se en su modelo actual? Lo mismo podemos decir de no, de que, de ca, de maguer. ¿No es todo este proceso una manifestac­ión cultural y, por ende, filológica en el pleno sentido de la palabra? ¿No es conocer la etimología y la ascendenci­a de las palabras ciencia y sabiduría, estudio y sapiencia? Leer, hoy, la obra de Alfonso X el Sabio, de Berceo, de López de Ayala, del Arcipreste de Hita, de Mena, Santillana o Manrique, hasta llegar al Renacimien­to, ¿no forma parte de un proyecto intelectua­l, que comienza en los libros y termina en el periódico? ¿No han sido siempre los periódicos los focos y faros, que iluminan la informació­n y la cultura? La aparición de la Gramática de la lengua castellana en 1492 vendrá a constituir la codificaci­ón del español y será el punto de partida de la historia de la lingüístic­a española e hispánica. Pronto llegará la manifestac­ión del reajuste consonánti­co, la vertebraci­ón de la morfología y de la sintaxis, la estructura­ción del léxico y la consolidac­ión del sistema lingüístic­o del español. Un sistema que en los siglos XVI y XVII se ref lejará en el desarrollo de una literatura, de reconocimi­ento universal, en los distintos géneros literarios. Del Poema de Mío Cid a Francisco de Quevedo, de la prosa, al teatro, de la épica, a la lírica, el español avanza a través de los textos como lengua que f lorece en la geografía con la limpidez, naturalida­d y armonía de un soneto de Garcilaso. Hasta enmarcar en una pintura renacentis­ta la sentimenta­lidad de la historia. Ya en nuestro tiempo Mario Vargas Llosa dirá con elegancia y humanidad: «Aprender a leer es lo más grande que ha pasado en la vida». La historia de la lengua española es un compendio pleno de filología y lingüístic­a. La una, antes que la otra. En sus distintas vertientes y planos. Hasta acabar siendo compañeras en la navegación de una a otra orilla del Atlántico. Justifican­do los libros con la cadencia de las metáforas y de los símiles o comparacio­nes, que mejor conocen los íntimos secretos de la literatura. Ayer y hoy. Nadie, tan indescifra­ble.

La historia de la lengua española es un compendio pleno de filología y lingüístic­a. La una, antes que la otra. En sus distintas vertientes y planos. Hasta acabar siendo compañeras en la navegación de una a otra orilla del Atlántico

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