¿INTERNET NO ESTÁ VOLVIENDO TONTOS?
NICHOL AS Carr, ex director de la Har vard Bussiness Review, publicó un provocativo artículo hace años titulado “¿Está Google volviéndonos tontos?”, sus ref lexiones han dado mucho que hablar.
“Tengo la sensación -dice Carr- de que Internet está entumeciendo mi capacidad de concentración y de observación. Mi mente se está acostumbrando a recoger información tal y como la distribuye la red: un flujo de minúsculas partículas que se mueven a gran velocidad”. El temor de Carr no se refiere a los contenidos de la web. Va más allá. Su preocupación reside en que la web puede estar dañando nuestros mecanismos mentales. Le inquieta el modo de leer propio del internauta, la manera y los criterios de seleccionar, de memorizar. Y más aún, el efecto demoledor que podría tener sobre la capacidad de concentración. Cuando esto ocurre, resulta más difícil entender lo que se lee porque se adquiere un conocimiento superficial y poco preciso.
El autor no pretende encender alarmas gratuitas e incendiarias, sino alertar sobre una “epidemia” que reclama soluciones. Sostiene que se trata de algo generalizado y de hecho se apoya en entrevistas a otros intelectuales internautas que comparten su turbación ante el fenómeno
Carr también hace referencia a la opinión de otros expertos que dicen: que el cerebro podrá resistir el maltrato que le venimos dando y puede que este se adapte a las características del nuevo modo de leer que conlleva el uso de las nuevas tecnologías.
La opinión expresada por Carr ha recibido importantes apoyos en el mundo intelectual. Por ejemplo, el pulitzer Leonard Pitts escribía en el Miami Herald que “al leer el artículo he descubierto que no soy solo yo quien está perdiendo el hábito de la lectura. A menudo logro solo digerir textos en pequeños bloques. Comienzo un texto de más páginas y enseguida me asalta un deseo irrefrenable de echar un vistazo a mi correo electrónico. Es todo así de disperso”. Parece claro que debemos alternar la lectura en Internet con la de libros que nos permiten la lectura reflexiva y facilitan la concentración. Si no queremos ser unos superficiales y frívolos, hemos de dedicar un tiempo diario a la lectura. Saber leer, nos ayuda a saber hablar, saber escribir y sobre todo a saber pensar.
El autor no enciende alarmas gratuitas e incendiarias, sino alertar sobre una “epidemia” que reclama soluciones.