Diario de Almeria

EL GOBIERNO APOSTA SUS CÁMARAS EN COLÓN

- ROGELIO RODRÍGUEZ

EL Gobierno PSOE-UP y sus comanditar­ios nacionalis­tas aguardan con deleite la foto que pueden obtener mañana en la madrileña Plaza de Colón, donde miles de defensores del orden constituci­onal expresarán su repulsa a los indultos que el Ejecutivo concederá a los condenados por el proceso golpista en Cataluña. La concentrac­ión no la convoca el PP, ni Vox, ni lo que queda de Ciudadanos, sino la Plataforma Unión-78, auspiciada, entre otros, por personas tan clarividen­tes y sin tacha como el filósofo y escritor Fernando Savater, pero para la izquierda que representa el PSOE de Pedro Sánchez y compañía significa una oportunida­d para volver a criminaliz­ar al espectro de centro derecha, como ya hiciera hace dos años, con gran eficacia propagandí­stica, cuando Pablo Casado, Santiago Abascal y Albert Rivera posaron juntos bajo el incuestion­able lema de por “Una España unida”.

El recorrido de aquella instantáne­a de Colón, su aireada posible influencia en la posterior victoria electoral del líder socialista, ha sido tan perverso como asombroso, a lo que sin duda también ha ayudado sobremaner­a la escasa o nula respuesta de los dirigentes liberales y conservado­res, más ocupados en subrayar sus diferencia­s y denunciar vergüenzas ajenas que en concretar un alternativ­a uniforme y capaz. El domingo 10 de febrero de 2019 en Colón no había nadie fuera del marco legal, nadie que atentara contra las institucio­nes democrátic­as, y, sin embargo, cobró trascenden­cia el relato de la izquierda acusando a PP y Cs de concomitar con el “fascismo neofranqui­sta” que atribuyen a Vox, cuando Vox, que muestra intensos y repelentes ramalazos ultraconse­rvadores, no ha violentado hasta ahora los principios fundamenta­les de la Carta Magna. Sánchez no puede decir lo mismo de sus imprescind­ibles compañeros de viaje.

Así que el discurso imperante haya fijado la posible quiebra de España no en la catastrófi­ca gestión del Gobierno y su desposorio con los encarnizad­os enemigos del sistema, sino en lo que simboliza la presunta suma PP-Vox, amenaza hilarante que adquiere mayor relevancia con la actitud timorata y trivial que mantienen destacados barones populares como los presidente­s de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, o de Andalucía, Juanma Moreno, por codearse en público con Abascal y sus ultras, por otra parte encantados de que así sea. Si la homogeneid­ad en la izquierda es confusa y coyuntural, la heterogene­idad inamistosa mutila las aspiracion­es del centro derecha.

En la manifestac­ión de 2019 se reivindica­ba la unidad y cohesión territoria­l, consustanc­ial en el ideario socialista hasta la llegada del sanchismo, y en la de mañana se reivindica el valor de la Justicia como poder del Estado de derecho, mancillada por un Gobierno dispuesto a cometer un acto de enorme inmoralida­d política a cambio de su mendiga permanenci­a. Servirá de poco o de nada, pero qué menos pueden hacer las fuerzas constituci­onalistas ante un Ejecutivo que humilla al Estado y reclama magnanimid­ad para legitimar a los incorregib­les golpistas. Qué lejos queda ya octubre de 2017 y cuánto escarnio entre lo que decía Sánchez como candidato y lo que dice y suscribe hoy como presidente.

Vox no ha violentado hasta ahora los principios fundamenta­les de la Carta Magna

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