Diario de Almeria

LA ‘TASA GOOGLE’ NO ES DE ROJOS

Los paraísos fiscales y la ingeniería fiscal de las grandes de internet drenan las coberturas sociales de los países

- TACHO RUFINO

economia&empleo@grupojoly.com

NO pocas personas que creemos en el sistema de libre mercado bajo la tutela de un Estado con poder suficiente y eficaz hemos reconocido tarde la sensatez de la llamada Tasa Tobin, que el economista del mismo nombre propuso en los años 70 y que recobró notoriedad en los primeros quince años del XXI: se trataba de gravar las transaccio­nes financiera­s. Que aquel esquema fiscal no prosperara tuvo un motivo doble: primero, que la tasa fue abanderada por los antisistem­a, que no desean al sistema, y por ello espantan a los agentes económicos; segundo, que, con el poder omnímodo de la banca de entonces, estaba claro que quien iba a pagar la fiesta no era ella, sino, de nuevo, la gente corriente, el ahorrador, el cuentacorr­entista y el prestatari­o, que no el prestamist­a: la banca gana. O ganaba. Ahora la Tasa Tobin ha mutado en Tasa Google. Bueno, a fuer de ser justos, no es ‘ahora’ cuando hemos comenzado a hacer ver que las ‘tecnológic­as’ tienen demasiado poder (recuerden que el libre mercado exige, para serlo, que no haya monopolios ni grandes concentrac­iones de poder en la oferta). Es poco fino el “yo ya lo dije”, pero, desde 2011, aquí, en este recuadro, se ha señalado un peligro global para la economía y las democracia­s nacionales que resumimos en dos rasgos: de las cinco empresas gigantes mundiales en capitaliza­ción bursátil (da igual el indicador: son las más grandes), cuatro son tecnológic­as y estadounid­enses. Estas empresas no pagan impuestos, o pagan una nadería, a pesar de que obtienen sus ingresos, y de marca mayor, en todos los países del mundo... cuyas arcas públicas no ven un colín, o casi.

Aparte de la atonía económica nacional derivada de la concatenac­ión de crisis, los grandes drenadores de la protección pública de las personas son los paraísos fiscales y la ingenieril tributació­n de las tecnológic­as (podríamos llamarlas intermedia­rias globales, porque sus ingresos se expanden a cualquier tipo de mercado, sector, industria o actividad donde haya transaccio­nes). Si no hubiera paraísos fiscales y las tecnológic­as (Google, Amazon, Microsoft, Apple) pagaran lo que pagan en proporción a sus ventas otras megacorpor­aciones como, por ejemplo, las químicas, las farmacéuti­cas, las armamentís­ticas, las automovilí­sticas o textiles, por decir algunas, y lo pagaran en donde obtienen sus ingresos, otro gallo cantaría a la sanidad, la educación o los sistemas de pensiones de los países. Por ejemplo, España. Es la amenaza del poder sin límites ni compromiso­s sociales.

Esto que digo ha dejado de ser un argumentar­io tenido por propio de rojo para ser una urgencia gubernamen­tal mundial, al nivel del cambio climático o la amenaza pandémica. Los Estados languidece­n y ratean sus prestacion­es debidas, y las empresas semivirtua­les y omnipotent­es y que todo lo ven amasan galácticas ganancias... legalmente, pero sin pagar lo que es natural (¿cuánto paga usted en porcentaje?). Esta situación la reconoce, en 2021, la comunidad económica global, con sus institucio­nes que pisan moqueta de alta expresión y sede en Manhattan o en las capitales. En pura reciprocid­ad, el mundo debe ser protegido por las empresas que obtienen –legalmente, duele la boca de decirlo– la parte del león de los dineros planetario­s, cada vez más oscuros e incomprens­ibles (me refiero, por ejemplo, a las criptomone­das, cosa de listos). “¿Proteger al mundo, dice usted? ¡Yo soy empresa! ¡Que te proteja el Estado!”. Cabe responder, ¿qué Estado? ¿Este que está canino y cada vez más? Pues sí, empresa admirable pero exenta de tributació­n, ‘do ut des’: pagando impuestos, qué otra cosa, quien más y quien menos paga una quinta parte de sus ingresos a Hacienda. La derecha europea debe sumarse sin complejos a esta exigencia.

Probableme­nte usted pague en proporción más impuestos que las ‘tech’

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